Las moniciones se han impuesto como un ingrediente casi necesario en cualquier Misa. Ya sea una breve improvisación del sacerdote, ya sea un animador que lee moniciones, ya sea...
Pero es todo un exceso. De verdad. Un exceso, una locuacidad impresionante que sirve de bien poco.
Pero es todo un exceso. De verdad. Un exceso, una locuacidad impresionante que sirve de bien poco.
Os traigo la reflexión y conclusiones que los Delegados Diocesanos de Liturgia hicieron en Madrid en el pasado enero de 2016 (publicadas en Pastoral Litúrgica 351 (2016), 112:
"Algunos constatan que existen buenos materiales y que, empleados con moderación, pueden ser útiles.
En opinión de la mayoría deberán hacerse sólo cuando sean realmente necesarias.
"Algunos constatan que existen buenos materiales y que, empleados con moderación, pueden ser útiles.
En opinión de la mayoría deberán hacerse sólo cuando sean realmente necesarias.
No parecen necesarias en asambleas de fieles formadas por participantes habituales y en celebraciones comunes.
Pueden ser oportunas cuando se dé la presencia de personas no habituales y en celebraciones especiales, por ejemplo una ordenación o la dedicación de una iglesia.
Deben ser muy breves y concisas, que "introduzcan" de modo mistagógico o indiquen lo que hay que hacer. Que motiven, alienten e "impliquen" más que expliquen.
Que no adelanten los contenidos de la Palabra de Dios y motiven la escucha.
Que se utilicen las que ya vienen previstas en los libros litúrgicos, aunque algunas requieran alguna mejora (como las del Ritual de la Confirmación).
Que no interrumpan nunca la acción ritual, mucho menos las plegarias eucarísticas, como cuando se introducen en las anáforas o "despiezan" una ordenación sacerdotal.
Algunas pueden ser oportunas, como aquellas que ayuden de forma mistagógica a hacer la necesaria transición entre la liturgia de la palabra y la liturgia sacramental, si ésta no se ha hecho en la homilía".
Deben ser muy breves y concisas, que "introduzcan" de modo mistagógico o indiquen lo que hay que hacer. Que motiven, alienten e "impliquen" más que expliquen.
Que no adelanten los contenidos de la Palabra de Dios y motiven la escucha.
Que se utilicen las que ya vienen previstas en los libros litúrgicos, aunque algunas requieran alguna mejora (como las del Ritual de la Confirmación).
Que no interrumpan nunca la acción ritual, mucho menos las plegarias eucarísticas, como cuando se introducen en las anáforas o "despiezan" una ordenación sacerdotal.
Algunas pueden ser oportunas, como aquellas que ayuden de forma mistagógica a hacer la necesaria transición entre la liturgia de la palabra y la liturgia sacramental, si ésta no se ha hecho en la homilía".
***********
Educar en esto es el trabajo que tenemos en las Delegaciones Diocesanas de Liturgia.
Vamos a resumir en plan lema: MONICIONES, CUANTAS MENOS, MEJOR.
Moniciones escritas, muy breves y bien preparadas.
Y, por cierto, no existen moniciones a las ofrendas (se entona un canto, se llevan todas las ofrendas de pan y vino y dones para la iglesia o los pobres, y se disponen en el altar... sin moniciones "explicativas" a ofrendas "simbólicas").