Al hombre caído, desordenado todo su interior por la concupiscencia, que busca y no halla, que ve el bien y no lo hace y acaba haciendo el mal que quería evitar; al hombre necesitado de redención, que experimenta la debilidad de su voluntad y de su afecto... al hombre pecador, el Señor lo redime.
El camino de la redención fue la santísima Humanidad de Jesucristo. El Verbo se encarna, asume una carne como la nuestra y experimenta y comprende todas nuestras debilidades, y asumiendo la carne la redime por su cruz y su resurrección, permitiendo una vida plena, santa, feliz.
El Señor ha renovado la humanidad entera con su resurrección; todo lo hace nuevo para pasar al hombre viejo a la novedad de la vida y la salvación. La misma teología de los Padres ha visto una relación esencial entre la "novedad" del Señor en la resurrección y la novedad del don del Espíritu. Recordemos que San Ireneo afirma que el Espíritu renueva a los hombres "a partir de la vez para novedad de Cristo".
Cristo por su resurrección es el verdadero Hombre nuevo, y con esa novedad, renueva y santifica al hombre viejo, a la humanidad vieja por el pecado, otorgándole esta novedad por el Espíritu Santo.
La Humanidad del Señor ha sido resucitada y glorificada por la acción del Espíritu; el Cuerpo de Cristo desde entonces es la fuente plena del Espíritu, es el Señor del Espíritu. Su carne glorificada derrama el Espíritu Santo haciendo nuevas todas las cosas. Esta Humanidad del Señor está peentrada por el Espíritu, y a partir de ella y por medio de ella, llega a todos los hombres la acción, el influjo, la presencia del Espíritu Santo como Espíritu del Resucitado.
La salvación integral del hombre, en su cuerpo y en su alma, se nos ofrece por la Humanidad glorificada de Jesús en su santa Pascua. Posee el Espíritu Santo, lo derrama sin medida.
"El Espíritu nos es comunicado como don de Cristo resucitado. Por ello es llamado el Espíritu de Cristo, de Jesús, de Jesucristo...Brota de su humanidad glorificada. El Nuevo Testamento no conoce una donación del Espíritu Santo que no esté ligada a la resurrección de Jesús y que no esté orientada a la consumación de su obra salvadora.El Espíritu universaliza, interioriza y actualiza la obra de Cristo.Su acción no se coloca fuera, o como alternativa a la de Cristo. No hay más que una economía de la salvación, que tiene su origen en la iniciativa del Padre, que tiene su centro en los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo, cuyos efectos llegan a todos los confines de la tierra gracias a la acción del Espíritu, don a la vez del Padre y de Jesucristo resucitado. La humanidad glorificada de Cristo llena el universo" (LADARIA, L. F., Jesucristo, salvación de todos, Madrid 2007, p. 141).
La santísima Humanidad de Jesucristo resucitado es la fuente perenne de nuestra salvación. Tocando su Cuerpo -en la Iglesia, en los sacramentos- recibimos la comunicación de su Espíritu Santo que nos renueva.