El canto es connatural a la liturgia, nunca un añadido, algo que se le suma para embellecer y deleitar, ni tampoco es un estorbo para la propia devoción y recogimiento.
Pero, ¿con qué criterios? ¿Para qué el canto litúrgico? Veamos.
Renovación litúrgica
Sentido de Iglesia
Querríamos dejaros una recomendación: la de tener siempre, en primer lugar, como principal preocupación para vosotras y para las almas, el sensus Ecclesiae, sin el cual el canto, en lugar de ayudar a fundir los espíritus en la caridad, puede ser fuente de malestar, de disipación, de rompimiento de lo sagrado, cuando no de división en la misma comunidad de los fieles. Sensus Ecclesiae querrá decir para vosotras sacar en la obediencia, en la oración y en la vida interior las altas y elevadoras razones de vuestra actividad musical; sensus Ecclesiae querrá decir también estudiar a fondo los documentos pontificios y conciliares para estar continuamente puestas al día en los criterios que regulan la vida litúrgica...
Sensus Ecclesiae querrá decir, finalmente, discernimiento para cuanto se relaciona con la música en la liturgia; no todo es válido, no todo es lícito, no todo es bueno. Aquí lo "sagrado" debe conjugarse con lo "bello", en una síntesis armoniosa y devota, que permita las capacidades de las distintas asambleas expresar plenamente su fe, para gloria de Dios y para edificación del Cuerpo místico.
La auténtica música sagrada
Sabed por tanto hacer una selección cuidadosa, prudente, imparcial de los cantos sagrados, a fin de que -guiadas por las normas de la Iglesia, de vuestra sensibilidad litúrgica, así como del estudio y de la educación del gusto- podáis llegar definitivamente a un "corpus" de cantos litúrgicos italianos, que durante los próximos decenios estén en los labios y en el corazón de los fieles.
La constitución sobre la Sagrada Liturgia aconseja a los músicos componer "melodías que tengan las características de la auténtica música sagrada. Los textos estén de acuerdo con la doctrina católica, más aún, estén tomados preferentemente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas" (SC 121). Ahora bien, será necesario probar si las distintas composiciones sagradas son verdaderamente fieles a estas normas; y en cuanto a la música, que no estén inspiradas solamente en la moda, tan cambiante y a veces privada de valor espiritual además del artístico. Que vuestro deber sea, por consiguiente, elegir para la liturgia aquella música que una a su sentido práctico una dignidad artística y sensibilidad de oración. En cuanto a los textos, el fragmento citado del Concilio es explícito: búsquese por tanto algo verdaderamente válido, abandonando aquellas expresiones que, a veces, no hacen honor ni al contenido sagrado ni a la forma de la lengua italiana, resultando en ciertos casos desaliñado, ordinario, con forma de slogan más que de oración.
Otros textos y otras músicas que, sin aspirar a pasar los umbrales del templo, satisfacen por otra parte las modernas exigencias, especialmente de la juventud, podrán ser utilizados en otras ocasiones, de alegre o preocupada divagación, encuentros de reflexión y de estudio, como un modo de ratificar con el canto decisiones y fervores.
La liturgia requiere el canto como la mayor expresión orante, ayuda a la solemnidad y también a la meditación, tanto de los cantos del Ordinario (Kyrie, Gloria, Santo, Cordero de Dios), como del Propio de la Misa (Entrada, salmo responsorial, Aleluya, ofertorio, comunión).
Pero, ¿con qué criterios? ¿Para qué el canto litúrgico? Veamos.
"Vuestro número, verdaderamente notable, y sobre todo el significado del Congreso Litúrgico Musical, en el que habéis participado religiosas encargadas del canto que llenáis esta audiencia, han sido los motivos que nos han empujado a recibiros aparte esta mañana. Y si, desgraciadamente, el tiempo disponible no nos permite entretenernos con vosotras en un discurso profundo sobre este tema, que tanto nos interesa, hemos deseado de todas formas detenernos con vosotras, para expresaros nuestra admiración, nuestro agradecimiento, nuestro estímulo por la labor que desarrolláis en vuestras comunidades, entre la juventud y en las parroquias; labor de animación, de refinamiento, de elevación, de educación para el canto y, mediante esto, para la liturgia y, por consiguiente, para la oración y para el culto divino. Labor, por tanto, de auténtico, grande y necesario apostolado.
Renovación litúrgica
Vuestra presencia nos dice cómo no faltan los talentos y las fuerzas para la renovación litúrgica, inaugurada por el Concilio Vaticano II y promocionada con sabias directivas por los órganos competentes de la Santa Sede. No hemos desperdiciado ocasión para valorar y sostener las iniciativas actuales, para estimular a todo el Pueblo de Dios a tomar parte activa en las celebraciones litúrgicas, con la voz y con el canto, para confirmar de esta manera su personal e íntima presencia del espíritu, que es condición insustituible para realizar a través de la liturgia el encuentro interior con Dios.
Ahora bien, que haya una legión tan amplia de religiosas que se dedican con su experiencia, con su gusto, con su estudio personal, a hacer vivir y sostener las líneas maestras de aquella renovación en la comprensión y en el afecto del pueblo cristiano: todo ello no puede más que dar gran satisfacción, y merecer una sincera alabanza. En la Iglesia, dice San Ambrosio, padre y animador del canto litúrgico en Occidente, "canta a la vez la gracia armoniosa de la plebe, y su júbilo resuena en un solo corazón" (Expos. Evang. sec. Lc VII, 24, 1). San Ambrosio habla también de la eficacia del canto sagrado en defensa de la fe:: "quo nihil potentius": nada hay más eficaz que él (cf. San Ambrosio, Sermo contra auxentium, 34). Os alabamos a vosotras, que a vuestra total consagración a Cristo habéis dado este objetivo magnífico de ser las educadoras en el canto y en la liturgia, donde las almas se funden en el amor a Cristo, viven sus misterios y sacan luz e impresión de alegría y paz, para poder transformar la propia vida e influir en toda la comunidad eclesial.
Sentido de Iglesia
Querríamos dejaros una recomendación: la de tener siempre, en primer lugar, como principal preocupación para vosotras y para las almas, el sensus Ecclesiae, sin el cual el canto, en lugar de ayudar a fundir los espíritus en la caridad, puede ser fuente de malestar, de disipación, de rompimiento de lo sagrado, cuando no de división en la misma comunidad de los fieles. Sensus Ecclesiae querrá decir para vosotras sacar en la obediencia, en la oración y en la vida interior las altas y elevadoras razones de vuestra actividad musical; sensus Ecclesiae querrá decir también estudiar a fondo los documentos pontificios y conciliares para estar continuamente puestas al día en los criterios que regulan la vida litúrgica...
Sensus Ecclesiae querrá decir, finalmente, discernimiento para cuanto se relaciona con la música en la liturgia; no todo es válido, no todo es lícito, no todo es bueno. Aquí lo "sagrado" debe conjugarse con lo "bello", en una síntesis armoniosa y devota, que permita las capacidades de las distintas asambleas expresar plenamente su fe, para gloria de Dios y para edificación del Cuerpo místico.
La auténtica música sagrada
Sabed por tanto hacer una selección cuidadosa, prudente, imparcial de los cantos sagrados, a fin de que -guiadas por las normas de la Iglesia, de vuestra sensibilidad litúrgica, así como del estudio y de la educación del gusto- podáis llegar definitivamente a un "corpus" de cantos litúrgicos italianos, que durante los próximos decenios estén en los labios y en el corazón de los fieles.
La constitución sobre la Sagrada Liturgia aconseja a los músicos componer "melodías que tengan las características de la auténtica música sagrada. Los textos estén de acuerdo con la doctrina católica, más aún, estén tomados preferentemente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas" (SC 121). Ahora bien, será necesario probar si las distintas composiciones sagradas son verdaderamente fieles a estas normas; y en cuanto a la música, que no estén inspiradas solamente en la moda, tan cambiante y a veces privada de valor espiritual además del artístico. Que vuestro deber sea, por consiguiente, elegir para la liturgia aquella música que una a su sentido práctico una dignidad artística y sensibilidad de oración. En cuanto a los textos, el fragmento citado del Concilio es explícito: búsquese por tanto algo verdaderamente válido, abandonando aquellas expresiones que, a veces, no hacen honor ni al contenido sagrado ni a la forma de la lengua italiana, resultando en ciertos casos desaliñado, ordinario, con forma de slogan más que de oración.
Otros textos y otras músicas que, sin aspirar a pasar los umbrales del templo, satisfacen por otra parte las modernas exigencias, especialmente de la juventud, podrán ser utilizados en otras ocasiones, de alegre o preocupada divagación, encuentros de reflexión y de estudio, como un modo de ratificar con el canto decisiones y fervores.
Pero en la liturgia, "ejercicio del sacerdocio de Jesucristo... obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo que es la Iglesia... acción sagrada por excelencia" (ibd., 7), es necesario que el canto sea apropiado a este su peculiar y sublime carácter. Por lo que aquí se debe ejercitar aquel sensus Ecclesiae que debe guiar vuestro juicio y vuestra selección". (Pablo VI, Discurso a las religiosas encargadas del canto litúrgico, 15-abril-1971).