La fiebre es una alerta de que algo va mal. Sin embargo, si la fiebre llega a ser muy alta se convierte en un problema en sí misma. Una persona con 40, 41 grados de fiebre o más, sufre, los órganos vitales funcionan mal, el cuerpo convulsiona... Hay que actuar rápido. Pero una vez controlada la fiebre, hay que volver a atender a lo principal: cuál fue su causa, qué enfermedad que hay detrás. Porque si esta no se cura, la fiebre volverá y cada vez peor.
Hoy la Iglesia tiene fiebre, y muy alta. El cuerpo sufre, parece que empiece a convulsionar. Hay que actuar rápidamente y con contundencia. Pero sin olvidar que está producida por alguna enfermedad de fondo, que está produciendo esta fiebre.
Esa enfermedad es el semicristianismo (ver aquí): una plaga que está extendida por toda la Iglesia, contaminando todo. Absolutamente todo.
Y si no se le aplica el antídoto, seguirá subiendo la fiebre, y quién sabe qué otras cosas pasarán.
Aramis