La Opción Cortés
Si algo camina como un pato, tiene pico, plumas, membranas interdigitales, nada en un estanque y hace “cua, cua” es un pato por mucho que algún modernista se empeñe en abrirse a otras posibilidades. Si algo pretende desacralizar una basílica, expulsar una orden monástica, convertir un monasterio en un memorial, transformar la cruz mas grande del mundo, amputándole los brazos, en el obelisco más grande del mundo, no lo duden: es un masón.
El problema no es que un masón sea un masón, como no es un problema que un pato sea un pato. El problema es que los cristianos no sean cristianos y dilapiden la herencia de los mártires.
La exhumación de Francisco Franco no es un tema, únicamente, circunscrito a lo político, a la simple revancha o al oportunismo electoral, que también, la cuestión va mucho más allá y es tan solo el primer movimiento de un plan que pretende erradicar la fe en Cristo en suelo español. Se trata de cambiar la narración, como gusta decir actualmente, de la historia de España desde la década de 1930 hasta nuestros días para llevarse por delante el monasterio, la monarquía parlamentaria y la Constitución del 78 tal como la conocemos. Que no piense la Iglesia de Dios que peregrina en España que después de estos acontecimientos mantendrá un status quo que suponga, siquiera, una cierta tolerancia a su simple existencia.
Este ataque a lo católico no es un endemismo peninsular, nos encontramos en una época de fin de civilización en la que todo lo católico es apartado y perseguido. El libro de Rod Dreher “La Opción Benedictina” es uno de los libros más leídos por los católicos en los últimos tiempos, en él, Dreher, propone como modelo para los católicos de hoy en día las comunidades benedictinas que lograron alumbrar una nueva cristiandad en una época que, a semejanza de la nuestra, estuvo marcada por la caída de una civilización, el Imperio Romano que ya había sido ganado para la Fe.
Muy lúcida, oportuna y necesaria ha sido la crítica de Juan Manuel de Prada (no dejen de leerla aquí y aquí) a esta propuesta. Sin el concurso del poder político la Opción Benedictina habría quedado infecunda, dicho de otra forma, si los católicos despreciamos la vocación de contribuir e influir en el orden social, que como miembros de una comunidad política (nación) tenemos, estaremos condenados a la desaparición.
Siguiendo esta idea de D. Juan Manuel algunos proponen la opción Don Pelayo, una Iglesia en salida, con vocación de conquista y transformación de la sociedad sin desdeñar el poder político. La doctrina católica al respecto siempre ha sido clara: sin interferir una en otra, sin confusiones, pero la esfera de lo político no está al margen de la fe. Recomiendo, si a alguno le cause sorpresa esta afirmación, la lectura de la encíclica “Inmortale Dei” de León XIII.
Bueno, ahí va mi propuesta: muy bien la Opción Benedictina con las correcciones que señala de Prada, deseable la opción D. Pelayo, pero esto solo será posible con una Iglesia libre de las servidumbres del estado. La Iglesia no será libre mientras este sujeta al estado, a un estado antiteo, por: la asignación tributaria, la exención de pagar IBI y los conciertos educativos. Renunciar a ello será: ¿Difícil? Si, ¿Doloroso? Seguro, ¿Dramático? También, ¿Necesario? Sin duda.
Opción Hernán Cortes: quemar las naves para romper ataduras y tentaciones dinerarias, renunciando a cualquier prebenda o al menos estando dispuestos a que nos dejen sin ellas si es a consecuencia de dar testimonio de la Verdad.
Esta opción acontecerá con nuestro concurso o sin él, ese rumbo llevamos, solo un vigía voluntariamente ciego sería incapaz de no verlo. Solo es cuestión de tiempo. El actual aggiornamento nos lleva irremediablemente en esa dirección.
Pido al Señor nos conceda ser una Iglesia pobre y valiente con la libertad evangélica de los hijos de Dios.
Germán Menéndez.