A la mañana siguiente... ¡a cocinar! Y... oh, oh... garbanzos... ¡No los habÃamos puesto a remojo el dÃa anterior! Ya no podÃamos hacer nada; unos garbanzos sin remojo no se ablandan, no se pueden cocinar igual, tardan más en cocerse, son menos digestivos y pierden nutrientes.
Cuántas veces se nos olvida poner a remojo los garbanzos que vamos a servir. Vamos a decir algo a alguien, a corregir a ese hijo que tiene todo hecho un desastre o contestamos impulsivamente a esa persona que nos saca de quicio. Servimos a menudo garbanzos que tienen toda la razón, pero que resultan duros e indigestos para el que los recibe y para nosotros, pues nos dejan el disgusto de no haber puesto a remojo nuestras palabras o contestaciones.
Hoy el reto del amor es que, cuando sientas que vas a estallar con esa persona, pongas a remojo tus palabras en Cristo. Para y, si no puedes parar, vuelve a pedir perdón. Cocina este dÃa desde el Amor.