Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio del día
13 domingo del Tiempo Ordinario
Para empezar: Retírate… Recógete… Silénciate… El Señor está aquí y te espera y te ama… Quiere hablar contigo. Quiere que te hagas todo escucha… Despacito, pero con fe activa acoge su Presencia y su Amor… Y sobre todo su misma Palabra. Dios, Jesús, te habla ya…
Leer despacio el texto del Evangelio: Mateo 10,37-42
Jesús dijo a sus apóstoles:“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá. Y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá recompensa; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá recompensa de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”.
Contemplar…, y Vivir…
[Jesús envía a sus apóstoles a predicar la buena noticia y a curar a los enfermos…, y les da, por supuesto, algunas claras instrucciones para que sean realmente sus enviados: hagan como Él, digan y obren como Él; del mismo modo que Jesús hizo lo que quería el Padre cuando le envió a este mundo a proclamar esa Buena Noticia e instaurar el Reino de Dios].
Composición de lugar: Sitúate tu allí, eres uno de ellos, escucha, calla, oye y contempla. ¿Serás capaz? Ahora empiezan a ser discípulos misioneros de Jesús y su Reino. ¿Verdad que quieres serlo tú también? Aprende, pues. Es un momento emocionante. Como bautizado ya has sido elegido por Dios para ser discípulo de Jesucristo. Misionero lo eres, o serás, no solo realizando determinadas tareas apostólicas, sino viviendo como enviado de Jesucristo. ¿Cómo lo percibes tú esto? ¿En qué punto estás?... La tarjeta de presentación que lleva cada uno en sí mismo tiene estas características:
1ª El que quiere a su padre o a su madre…, a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí… Así, como suena, pero no te asustes. Solo Dios, Jesús, puede exigir una adhesión y un amor absolutos. Desde él y con él, el amor y la entrega a todos los demás, incluso los seres más queridos, viene después. Después, es decir, no en el tiempo, sino en el modo y en la totalidad del amor que debo también a los míos. Sin el amor de Dios, a Jesús, no amas verdaderamente a los tuyos como ellos se merecen, como deben ser amados, precisamente porque son tuyos, tus seres queridos. ¿Cómo estás amando tú a los tuyos? Piénsalo despacio y decídete, porque de lo contrario Jesús no te considera amigo suyo, su discípulo misionero. ¿Comprendes? Pídele su gracia para ello. Ellos no entendían más que tú al respecto, sin embargo se lanzaron a ello, aceptaron el reto de Jesús, porque se habían encontrado personalmente con él y les fascinaba lo que le oían y veían. ¿Y tú?
2ª…y el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá. Y el que pierda su vida por mí la encontrará. Para seguir con autenticidad a Jesús y ser sus verdaderos amigos, hay que cargar con su cruz, es decir, antes que con la propia, hay que cargar con la de Jesús. Porque uno le ama, Él le quita el peso que le puede herir, hacer sufrir, aplastar…; esa cruz es la mía y la tuya, la del pecado del mundo. ¿Te animas tú a llevar la tuya? Y esa cruz la encontrarás todos los días queriendo amar como Él, perdonar como Él, servir como Él, y queriendo hacer el bien como Él. Pídele la fuerza y la capacidad de hacerlo, descubrirás que has encontrado la vida verdadera por la que tú eres capaz de sacrificar la tuya, tu modo de vivir: por Él, por amor a Él y la salvación del mundo. Descubrirás más: que has encontrado la felicidad porque ya no te perteneces a ti mismo, a tu ego, sino que eres todo suyo y de los demás. Amas y eres libre como nunca: eso es la felicidad. El secreto de la cruz es el amor. Y el secreto del amor es la cruz. ¿Entiendes? Contempla despacio, estás pisando tierra sagrada que abrasa los pies y sobre todo el corazón…
3ª El que os recibe a vosotros me recibe a mí, etc. En el envío a misionar, no nos asegura que seremos recibidos: hay que vivir cada día de las sorpresas de Dios. Es lo mejor que nos puede acaecer. Estamos acostumbrados a planificarlo todo para que nada nos falle. Pero en eso, ¿no nos estaremos buscando y apoyándonos más en nosotros mismos que en Dios providente. Hay que fiarse de Dios y punto. ¿Creo en serio que me puede fallar? Entonces no me fío; me falta fe, entrega, amor. Hemos de vivir absolutamente al día confiados en Dios y haciendo nosotros lo que hemos de hacer. No ser perezoso ni perder el tiempo. ¿Cómo estás viviendo tú esta realidad? ¡Si es que la vives! Si no, es momento de empezar a hacerlo. Apóyate menos en ti y más en Él. Estás en el corazón y en las manos de Dios amoroso y providente. ¡Adelante!
4ª El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”. Y si te toca a ti recibir a un apóstol, a un seguidor de Jesús, a un buen hombre…, tendrás una recompensa grande. Por un solo vaso de agua fresca, seguro que la recompensa de Jesús será grande. Cuando Él da, lo hace con abundancia; no es tacaño ni da a cuenta gotas. Da y verás cómo te da. ¿No has hecho aún la experiencia? No la desaproveches cada vez que se te presenta la ocasión. ¡Ya verás!
Para terminar: Dedica un momento a dar gracias al Señor y a ponerte a su disposición. ¿Qué sientes? ¿Qué sentimientos y movimientos interiores percibes más en ti? Dale gracias, e intenta practicar la disponibilidad. Tendrás que dedicarle un tiempo cuando sea posible a analizar más despacio esos sentimientos y movimientos y caer en la cuenta hacia dónde apuntan, y pararte a ver a dónde te llevarían si los sigues. Por parte de Jesús, ¿no será ese tu envío y tu misión?