La mejor terapia es la prevención. Mejor es evitar que una persona enferme que curarla una vez que ha enfermado. Eso vale para la salud del cuerpo y la del alma. Vale también para la vida de familia. Últimamente parece que el foco de interés se ha puesto en las personas que, habiendo visto roto su primer vínculo matrimonial y habiendo establecido un segundo, desean recibir la Sagrada Comunión. Esta es una cuestión que ha levantado ampollas y que muchos están viendo como el inicio del fin no sólo de la moral sexual de la Iglesia sino de toda la moral católica, por la vía de un relativismo subjetivista. Pero mientras sigue la discusión sobre este tema (esta semana se han conocido las fuertes declaraciones de un teólogo de fuste, monseñor Bux), quienes van quedando olvidados son los que todavía están casados y están luchando por mantener su matrimonio a flote, o los que no se han casado pero se están planteando hacerlo. Es decir, la inmensa mayoría.
El Papa ha querido intervenir esta semana para recordar esto, tan importante como relegado. En un discurso improvisado antes del rezo del ángelus de los miércoles, afirmó: “El matrimonio es para siempre. No como dicen algunos: mientras dura el amor. Es para siempre. Si no, es mejor que no te cases. ¡O para siempre o nada!”. El Santo Padre lo ha dicho con toda claridad, con esa claridad con la que hay que atreverse a hablar a los jóvenes. El amor es para siempre y si no estás dispuesto a esto, es mejor que no te cases. No se puede vivir a prueba y por eso no se puede amar a prueba, o casarse a prueba o irse a vivir junto para ver si funciona y luego ya veremos lo que hacemos. El amor es algo tan serio que sólo puede funcionar si uno se entrega del todo, sin reservarse nada. Es la diferencia entre tener muchos pares de zapatos o uno solo; en este segundo caso, seguro que los cuidas más. Si estás pensando que tu convivencia o tu matrimonio es a prueba, es temporal, es para ver qué pasa, seguro que se romperá. Sólo si estas decidido a que sea para siempre tendrá una posibilidad seria de salir adelante.
Ahora bien, una vez que esta decisión se ha dado, y los que están casados se supone que la dieron en su día, hay que ayudar a unos y a otros a que perseveren en ella. Por eso son tan importantes los cursos prematrimoniales y también la pastoral con las parejas ya casadas. Quizá hace muchos años fue suficiente la participación en la Santa Misa dominical para llevar una vida cristiana coherente y para perseverar en el matrimonio. Hoy no lo es. El ambiente es hostil y por eso es imprescindible la comunidad, y no sólo la amplia comunidad parroquial, sino algo más próximo, más cercano, más afectivo a la vez que también más formativo. El gravísimo problema de las rupturas matrimoniales, unido a la ausencia de nuevos matrimonios, sólo se resolverá o al menos se paliará impulsando la participación de jóvenes y mayores en pequeñas comunidades que les ayuden a sacar adelante a su familia. Tienen que entenderlo ellos, tienen que entender que es algo esencial. Tienen que entenderlo los pastores, para dejar de poner, como hacen algunos, palos en las ruedas a todo tipo de movimientos, pues se convierten en aquel perro del hortelano, que ni comía la berza ni la dejaba comer.