Año del Señor 2020
22 de febrero
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
UNA TARDE SORPRENDENTE
Cada mañana, durante el rato de oración personal, miro con el Señor el día, para más o menos organizar lo que vamos a hacer, lo que tenemos pendiente. Pero ayer me sucedió algo curioso: la mañana más o menos estaba clara; pero, sobre la tarde... sentía que Él me decía que la dejara sin organizar.
Ese toque en el corazón me hacía tenerlo claro, porque tenía mucha paz, así que la dejé completamente en blanco, a lo que Él quisiera. Sin embargo, pronto comencé a intentar indagar por dónde creía que iba a ir el plan del Señor para la tarde.
Me imaginaba que se trataba de dar algún servicio, seguramente a alguna hermana, de tipo informático o con algún trabajo. Así que, demasiado segura de ello, me puse a preguntar a algunas con las que aún tenía tareas pendientes, pero ambas me dijeron que esa tarde no podía ser. Y ahí ya sí que me descolocó el Señor... ya solo me quedaba esperar a ver por dónde me sorprendía.
De pronto, una llamada me asaltó. Era un sacerdote, amigo de la Comunidad, que llamaba por si alguna le podíamos ayudar con temas informáticos... y varias caras me miraron a mí. ¿Cómo iba a negarme después de todo?
Así que de este modo comenzó mi tarde, acogiendo y ayudado a este sacerdote. Un rato después, cuando aún nos estábamos despidiendo, tocan a la puerta del locutorio y... ¡otra llamada! Esta vez era una amiga, con la que hacía años que no hablaba... Estuvimos largo rato compartiendo...
Y cuando salí, me di cuenta de que el Señor tenía que organizar la tarde, porque yo ni me hubiera imaginado... Pero me di cuenta de que estaba feliz, no solo por lo poco que hubiera podido ayudar o por la llamada de mi amiga, sino porque en mi corazón sabía que estaba haciendo lo que Él había pensado.
Cuántas veces nos frustramos con planes a los que no llegamos, con cosas pendientes, o incluso nos cuesta un cambio de planes de última hora... y, sin embargo, lo único importante es vivir el día desde el Amor.
Cuando hacemos mucho, nos sentimos eficaces, y parece que “ha cundido” el día; sin embargo, es aún mejor hacer poco pero pararse con cada hermano, dedicar de verdad un tiempo a cada uno, poner todo el corazón en cada tarea y no dejar nunca de amar...
Hoy el reto del amor es no hacer planes, dejar que sea el Señor el que te sorprenda con la agenda. Pon a Sus pies tu día de hoy y, desde ese instante, acoge cada cosa, cada persona, cada servicio que Él vaya poniendo por delante... Déjate sorprender por Cristo y termina el día con una alegría profunda. ¿Mucho? ¿Poco? Sencillamente habrás hecho lo que tenías que hacer.
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
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