LAS APARICIONES DEL ÁNGEL
En 1915, Lucía apacentaba su rebaño con tres amigas. Terminada la comida, rezaban el Rosario, cuando vieron sobre un árbol una figura trasparente que les acompañó durante la oración. Luego desapareció.
En 1916, en primavera, apacentaban el rebaño los tres primos. Estaban en una propiedad de los padres de Lucía, llamada: huerto Viejo en la falda del Cabeco. Comenzó a lloviznar y subieron a la cumbre de la colina en busca de un refugio. “bendito lugar” lo llama Lucía. Lo forma un pequeño círculo de rocas con árboles frondosos; una cortina que lo oculta a los curiosos. Magnífico sitio para la oración. Allí comieron, reza ron el Rosario y jugaban a las canicas con piedrecitas, cuando fueron sorprendidos por una ráfaga de viento. Al mirar vieron que avanzaba hacia ellos una figura humana luminosa. Un adolescente de unos catorce o quince años. Les dijo con dulzura:
“No temáis. Soy en ángel de la paz. Rezad conmigo”.
Se puso de rodillas, inclinó su frente hasta casi tocar el suelo y repitió por tres veces: “¡Dios mío, creo, adoro, espero y te amo! Te pido perdón por los que no creen, por los que no adoran, por lo que no esperan ni te aman”. Impulsados por una fuerza interior, los primos tomaron una postura semejante, repitiendo las palabras del ángel. Les recomendó la oración a los Sagrados Corazones de Jesús y de María y desapareció. Durante largo rato los pastorcitos siguieron en la misma postura repitiendo las palabras del ángel. Durante mucho tiempo les acompañó la presencia de Dios. Solo entre ellos hablaban del asunto. Nunca olvidaron aquellas palabras. El escondite del Cabeco era el lugar predilecto para sus oraciones y penitencias. Allí repetían la postura y las palabras del ángel.
A la hora de la siesta, durante el verano, tenían un lugar preferido detrás del pozo, en casa de Lucía. La calma y la paz eran perfectas. Sin ninguna señal externa se presento el mismo personaje del Cabeco. ¿Qué hacéis aquí?...Orad, orad mucho. Los Sagrados corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios”. Lucía le pregunta: ¿Cómo hemos de hacer sacrificios? “De todo lo que pudiereis ofreced una sacrificio en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad el sufrimiento que el Señor os enviare”.
Esta segunda aparición del Ángel tuvo una influencia decisiva en la vida de los niños. Así lo atestigua Lucía: