La reunión de los representantes del Episcopado venezolano con el Papa es un hecho excepcional que responde a una situación excepcional. El fondo de la cuestión no ha sido informar al Santo Padre de la situación política y social que se vive en Venezuela, pues eso lo sabe el Papa de sobra por lo que le cuenta el nuncio y porque su secretario de Estado fue el anterior nuncio en ese país. El fondo de la cuestión ha sido exponer al Pontífice las implicaciones que lleva consigo hablar de diálogo en un país donde una de las partes de ese posible diálogo es un dictador sin escrúpulos. ¿Cómo se puede dialogar con alguien que tiene en la cárcel a muchos de los que deberían dialogar con él? ¿Cómo se puede uno sentar en una mesa a hablar con alguien si éste tiene una pistola apoyada en tu frente? El diálogo en Venezuela, hoy por hoy, en una trampa que sólo favorece al dictador, pues serviría para rebajar la tensión en la calle y darle oxígeno al tirano. Para hablar de diálogo se deben cumplir unas premisas previas, que fueron las establecidas con toda claridad por el secretario de Estado vaticano, el cardenal Parolín: liberación de presos políticos, canal humanitario para ayudar a la gente que muere de hambre y cumplimiento de la Constitución con convocatoria de elecciones. A partir de ahí se puede dialogar, pues esas no son las conclusiones que una parte pide y que la otra rechaza, sino las condiciones elementales de mera humanidad y justicia para que se pueda uno sentar a la mesa a hablar con el dictador. Es decir: quita la pistola de mi frente primero y luego hablamos.
Esto es lo que los valientes y esforzados obispos venezolanos, pastores que están de verdad luchando al lado de su pueblo, han ido a exponerle al Papa. También le han hablado de la manipulación que Maduro hace de las palabras del Pontífice y de cómo se presenta como el legítimo intérprete de dichas palabras, llegando a acusar, reiterada y públicamente, a los obispos de ser traidores al Pontífice. La capacidad manipuladora de alguien que tiene el control sobre la práctica totalidad de los medios de comunicación es grandísima y Maduro no duda en utilizarla.
Pero si esto es lo que los obispos le han dicho al Papa, lo más importante ha sido lo que el Pontífice les ha dicho a ellos: apoyo pleno y sin matices. Un apoyo que llega hasta el extremo de ordenar que el diario oficial de la Santa Sede publique íntegro el mensaje que el Episcopado venezolano leyó ante Su Santidad. Si algo no le hubiera parecido bien al Papa, esa publicación no se habría producido.
Lo llevo diciendo desde hace mucho y no sólo con este tema. Hay personas que se presentan como amigos y portavoces del Papa y son sus peores enemigos. Están haciendo un daño enorme a la persona del Papa y a lo que él representa. Ahora, afortunadamente, uno de esos supuestos amigos ha quedado desenmascarado. El Papa no apoya a Maduro y éste no es quien para interpretar a su manera la llamada al diálogo que hizo el Pontífice. Los amigos del Papa en Venezuela son sus obispos y ese pueblo fiel que se echa a la calle con sus imágenes religiosas junto a sus banderas, para reclamar paz, pan y libertad, y que está pagando, valientemente, con su sangre los derechos que reclama. Es con ellos con quienes está el Papa y no con los dictadores y asesinos.