Irene Villa sufrió un atentado terrorista a los 12 años. Tuvieron que amputarle las dos piernas y cuatro dedos de la mano derecha. Recibió el galardón «Niños de Europa» de manos de la Princesa de Gales y el «Premio de la Victoria» concedido por el Hospital Nacional de Rehabilitación de Washington por su coraje ante la adversidad. Irene es una joven comprometida con los más débiles y agradecida de conservar al menos una rodilla —para subir escaleras—, su madre y la preciosa vida. Ella ha manifestado:
«He perdonado. El rencor no me hubiera dejado seguir viviendo. Perdonar es la única manera de seguir adelante y superarlo. Mi padre no ha perdonado y el rencor no le deja vivir. Además han sido tantas las alegrías...»
La escritora Carmen Posadas ha manifestado:
«Mi esposo se vio envuelto hace años en unos sucesos. Los dos coincidimos en lo fundamental: no guardar odio.
»El resentimiento siempre se vuelve contra uno,
te amarga, te entristece y te hace la vida mucho más difícil de lo que ya es.»
La poetisa M.a Teresa Azcón escribe en su libro Poesía de amor y amistad:
«Si el dolor
se convierte en dolor,
sólo queda rencor.
Si el dolor se convierte en amor,
nos da la mano el Señor.
Entonces... ya no habrá rencor ni dolor.»
El resentimiento, como dice el diccionario, equivale a una desazón interior, sentirse ofendido, guardar enfado...
San Jerónimo decía del rencor que es «el odio inveterado, arraigado».
Y con odio y con desazón interior es imposible la alegría.
Alimbau, J.M. (2017). Palabras para la alegría. Madrid: Voz de Papel.