Señor, el mundo está muy revuelto, ¿por qué no haces nada? Porque a veces eso es lo que parece, que no haces nada...
Guerras, hambre, desplazados, niños ahogados en las playas mientras huían de su país, violencia, persecución, padres que asesinan a sus hijos por odio a sus ex esposas, políticos que roban y mienten, que en vez de servir a los ciudadanos se sirven de ellos para medrar, ciudadanos corrientes asesinados por terroristas locos…
¡Esto está fatal! Y no sigo porque se me acabaría el día enumerando cosas que van mal.
Y aquí estoy yo comentando contigo las noticias del día, los desastres de la semana, las tragedias del verano mientras emparejo calcetines y te doy gracias porque en casa estamos todos, estamos juntos y estamos bien.
Esta dicotomía unas veces me parece irreal y otras injusta o al menos aleatoria como en una lotería. ¿Cómo se reparte la suerte, o el destino o como se llame lo que le pasa a cada uno en la vida?
Porque aquí no cuenta quién eres, cómo te apellidas, cuánto dinero tienes, quién es tu padre ni nada de eso.
Tampoco te favorece creer en Dios: ser cristiano, hijo del Omnipotente Señor de la Creación en países como Siria o Irak más bien es tu sentencia de muerte.
Y pienso y te pregunto, dejando los calcetines a un lado un momento: ¿por qué no haces nada por tus propios hijos?
¿Cómo permites que por serte fieles los masacren, rapten a sus hijas para “casarlas” con musulmanes radicales, arrasen sus ciudades y tengan que huir con lo puesto? ¿Por qué los cristianos de esos países lo tienen tan difícil y nosotros tan fácil? ¿Es que quieres más a unos que a otros? ¿Es que unos te importan más que otros? ¿Es que acaso no lloras ante las personas inocentes que paseaban el otro día por la Rambla y fueron asesinadas por unos locos que utilizaron ¡tu nombre! para matarlas? ¿Es que acaso no lloras ante la acción del diablo en la Tierra?
¿Por qué permaneces en silencio? ¿O es que no somos capaces de oirte? Porque no me creo que no te duela que el ser más amado de tu creación sea capaz de hacer, y haga, tanto daño a sus semejantes.
Sacudo la cabeza y vuelvo a la tarea, ¡caray, cuántos pares de calcetines pasan por mi lavadora!
Y se me hiela la queja en los labios al pensar cuántos niños huidos de su hogar no han podido llevar consigo suficientes calcetines…
Y vuelvo a darte gracias porque nosotros, aun con nuestros problemas y disgustos, estamos todos, estamos juntos y estamos mucho mejor que otros.
Y vuelvo a mi tarea y me siento muy feliz porque estoy en mi cocina escuchando la radio y emparejando calcetines.