Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¡ME ABURRO!
La energía me salía por los poros. Sin embargo, en el reparto de tareas me tocó... ¡desplazar ladrillos muy pesados de una punta a otra de la huerta! Como buena vasca, quería tirar de carretilla con ellos encima, pero, ¡imposible! (no eran ladrillitos naranjas pequeñitos). Así que me vi haciendo todo el trayecto una y otra vez con la mercancía subida en la máquina cortacésped, ¡no había otra manera! Y te aseguro que era muy lento, aburrido, y en ocasiones parecía interminable.
Había dos palés de ladrillos, y la máquina sólo soportaba llevar dos en cada viaje. No había forma de acelerar: cada trayecto era de cinco minutos. Un pie en el freno y el otro encima de los ladrillos para que no cayesen al suelo. De película.
El primer viaje, bien; el segundo, también; el tercero, aprovechando el ruido de la máquina, me puse a cantar (esto es un secreto); el cuarto... ¡¡ufff!!, y no bajaban los ladrillos, ¡era como si no hubiese hecho nada!
Metí la mano en el bolsillo y me topé con un rosario. Al sentirlo, me di cuenta de que estaba trabajando sola, y que era un buen momento para estar con el Señor. Lo saqué y me descubrí rezando un misterio en cada trayecto, presentando a María problemas concretos de personas que me habían compartido. Poco a poco el aburrimiento se iba transformando en oración, en un rato de diálogo con el Señor, en un auténtico disfrute que ya no quería que se terminase.
La actividad se convirtió en oración y todo cambió. El Rosario fue seguido de un poco de música que también llevaba a orar y, con los cascos puestos, cada frase que oía ponía palabras a mi oración.
Después Israel me cambió el puesto, pero no pienses que pasé a mejor vida: ¡tenía que arrancar una a una las malas hierbas que habían salido en toda la huerta! Pero no me importó y, aprovechando que no se escuchaba el motor de la cortacésped, a la música le siguió una charla de un sacerdote que me sirvió de alimento.
Estaba feliz, disfrutaba haciendo aquello que parece absurdo y poco fructífero, aquello que es literalmente... aburrido. Y pensaba en esas personas que tienen un trabajo monótono, un trabajo arduo o al que les cuesta enfrentarse. Si estás en esa situación, hoy no vayas solo a trabajar o a estudiar. ¿Y si probamos a transformarlo en oración? ¿Y si dejamos que Cristo entre en la actividad? ¡Todo cambia!
Hoy el reto del amor es que busques la manera de convertir en oración la actividad que tienes por delante. ¿Estás de exámenes? Puedes poner en cada hoja el nombre de una persona que necesite de tu oración. ¿Trabajas en una tienda? Ora por cada persona que entre. ¿Pasas horas solo, limpiando, esperando...? Lee o escucha algo que te alimente. Con Cristo no hay aburrimiento, todo coge un matiz nuevo: el del amor y la oración. Intercede, ora por los demás, y alaba al Señor con tu trabajo.