¿No están Uds., caballeros, hartos de la palabra «nuevo»? Y de sus sucedáneas, como «renovación». Y las relacionadas, palabras y giros idiomáticos, tales como «puesta al día», aggiornamento, «modernización».
Yo sí.
Me presento. Marcelo González. Argentino, que frisa los cincuenta, pero por arriba, padre múltiple y marido de una sola mujer, que es la madre de todos ellos, aclaremos.
Argentino y sudaca no son sinónimos, pero muchos en la bella España ahora lo piensan. Tampoco es lo mismo «sudamericano» y «sudaka». Cuando yo era joven, España nos trataba como «hispanoamericanos», que era un bello término maternal y verdadero. Porque España es nuestra Madre Patria.
Hace ya casi diez años que tengo mi web en la que me ocupo de temas de la religión católica, es decir, de casi todo. Pues casi todo, sin casi, todo, está informado por la religión, o por su negación, que es una forma de estar presente. Cristo reina en la sociedad por su presencia o por su ausencia. Hoy más vale por la segunda, lo que se nota a la legua.
Es verdad que se viene notando desde hace un tiempito... digamos unos cuatro siglos o más. Cada vez se nota más. Son siglos en que la Iglesia, salvo momentos, ha ido para atrás en su misión de santificar. Podemos ponerle fechas, si gustan: 1517 – 1717 – 1917. Son los grandes «para atrás» de la Iglesia en la modernidad. Por eso detesto la palabra «moderno».
Pero, claro, estos «paratrás» fueron de afuera hacia adentro, aunque facilitados por los de adentro, porque una fortaleza inexpugnable no cae sino por la traición. Y la Iglesia es inexpugnable.
Sin embargo, el último gran «paratrás» vino bien de adentro. Pónganle fecha vuestras mercedes (ustedes, que así decimos en el Río de la Plata, según nuestro cardenal primado). Bien, lo cierto es que tan pa’trás nos hemos ido que ya ni reconocemos la Iglesia. Ni sabemos cómo era unos sesenta años atrás, y si algo sabemos nos han convencido de que era algo que más vale olvidar.
A la edad de 13 años, y de esto hace un tiempo, un gran amigo y profesor mío me llamó la atención sobre cierta estafa que se estaba practicando y me hizo notar lo siguiente: el catecismo que nos enseñaron a los niños de ese tiempo, cuando yo era niño, es muy distinto del que nos enseñan ahora. Y la misa, y...
Cada uno sacará sus conclusiones, yo tengo las mías. Pero no vendrá mal que los más jóvenes sepan, y los viejos recuerden, cómo era la vieja Iglesia, antes de que nos llenaran los sesos con la música de «lo moderno».
Me han invitado a unirme a Religión en Libertad para hablar de esto.
Vale, gracias. Nos iremos viendo.