Los tres pastores que fueron testigos del acontecimiento de Fátima, traen consigo una lección que encaja perfectamente en la expresión “pequeños gigantes”. ¿Alguien podría si quiera imaginar antes del año 1989 que el mensaje recibido por Jacinta, Francisco y Lucía sería más fuerte que la mega estructura comunista y totalitaria que afligía, sobre todo, a Europa del este? El final de una era cruel y violenta, estaba en lo que aquellos niños portugueses habían escuchado de la Madre de Dios. Sí, de ella, porque no pudo ser de otra manera que alcanzaran adelantarse a los acontecimientos. Una mentira no salva a una persona del arma de un terrorista experto. Y es que Juan Pablo II, entra en el tejido de la historia de Fátima, como “el obispo vestido de blanco” que, de hecho, alzó la voz por un cambio planetario, saliendo adelante en medio de un atentado que desafío las leyes de la medicina. El Estado opresor, marcado por el poderío militar, fue totalmente desmantelado por la sencillez de la fe. Y no para la anarquía, sino encaminada a un nuevo comienzo. ¿Cómo quedarse en que todo fue coincidencia cuando se trató de un plan maestro, genial, que contribuyó a la paz?
Ahora bien, ¿qué lección podemos sacar del mensaje de Fátima? No dejarnos impresionar por el poder del mal que se materializa de muchas maneras: desunión, violencia, odio, miedo, difamación, etcétera. Al final, aunque la Iglesia parezca a momentos demasiado disminuida, siempre termina por resurgir. Lleva más de veinte siglos haciéndolo. La lógica del más fuerte, acaba por invertirse y, entonces, desde lo inimaginable, aquello que escapa a cualquier indicio o posibilidad, surge la respuesta, la transformación. El cristianismo continúa en medio de crueles persecuciones. Los tres pastores, sin ninguna oportunidad humanamente hablando, son una voz que, desde lo sencillo, cambia, convierte y llega a los que aun negando a Dios, puede que terminen aceptándolo. “Pero es que en mi salón de clases de la universidad soy el único católico practicante”, nos dirá alguno; sin embargo, Dios actúa desde la minoría para alcanzar a la mayoría. Esa es la certeza que nos viene de Fátima.
Cuando pensemos que no hay salida al secularismo, al caos, recordemos el mensaje de los tres pastores, porque la Virgen lo ha conseguido: regresar la mirada hacia Dios y, desde ahí, construir un mundo más humano. El mal impone, salta a la vista como algo aparatoso, pero bastó un madero y Jesús para vencerlo. Entonces, ¿por qué sigue provocando estragos? Son intentos desesperados por sobrevivir, pero solamente el bien, lo noble, consigue salir a flote. Si nos dejamos intimidar por el mal, por las distorsiones acerca de la verdadera antropología, no haremos nada. En cambio, al trabajar por ser coherentes, aun en medio de las críticas o tensiones, habremos hecho lo que nos toca y, entonces, vendrán los frutos. La Virgen nos anima en esa dirección. Y la historia lo demuestra.
-----------------------------------------------------------------------------------Link (audio) sobre: "El legado del papa emérito Benedicto XVI": https://mx.ivoox.com/es/legado-benedicto-xvi-audios-mp3_rf_18423369_1.html
Ahora bien, ¿qué lección podemos sacar del mensaje de Fátima? No dejarnos impresionar por el poder del mal que se materializa de muchas maneras: desunión, violencia, odio, miedo, difamación, etcétera. Al final, aunque la Iglesia parezca a momentos demasiado disminuida, siempre termina por resurgir. Lleva más de veinte siglos haciéndolo. La lógica del más fuerte, acaba por invertirse y, entonces, desde lo inimaginable, aquello que escapa a cualquier indicio o posibilidad, surge la respuesta, la transformación. El cristianismo continúa en medio de crueles persecuciones. Los tres pastores, sin ninguna oportunidad humanamente hablando, son una voz que, desde lo sencillo, cambia, convierte y llega a los que aun negando a Dios, puede que terminen aceptándolo. “Pero es que en mi salón de clases de la universidad soy el único católico practicante”, nos dirá alguno; sin embargo, Dios actúa desde la minoría para alcanzar a la mayoría. Esa es la certeza que nos viene de Fátima.
Cuando pensemos que no hay salida al secularismo, al caos, recordemos el mensaje de los tres pastores, porque la Virgen lo ha conseguido: regresar la mirada hacia Dios y, desde ahí, construir un mundo más humano. El mal impone, salta a la vista como algo aparatoso, pero bastó un madero y Jesús para vencerlo. Entonces, ¿por qué sigue provocando estragos? Son intentos desesperados por sobrevivir, pero solamente el bien, lo noble, consigue salir a flote. Si nos dejamos intimidar por el mal, por las distorsiones acerca de la verdadera antropología, no haremos nada. En cambio, al trabajar por ser coherentes, aun en medio de las críticas o tensiones, habremos hecho lo que nos toca y, entonces, vendrán los frutos. La Virgen nos anima en esa dirección. Y la historia lo demuestra.
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