Vicente Enrique y Tarancón (Burriana, Castellón, 14 de mayo de 1907-Valencia, 28 de noviembre de 1994), fue un cardenal español, famoso por sus disputas con Francisco Franco y reconocido, posteriormente, por su papel conciliador durante la transición española al frente de la Conferencia Episcopal. También fue miembro de la Real Academia Española.
Hijo de una familia de labradores de Burriana (Castellón), estudió en el seminario de Tortosa, donde fue ordenado sacerdote el 1 de noviembre de 1929; se doctoró en Teología por la Universidad Pontificia de Valencia. Primero fue coadjutor y organista de la parroquia de Vinaroz; en 1931, a principios de la Segunda República, el obispo de Tortosa lo destinó temporalmente a la Casa del Consiliario en Madrid para participar en la campaña itinerante de promoción de Acción Católica.
Durante la Guerra Civil Española la Iglesia católica española apoyó mayoritariamente el golpe de estado franquista contra la república; en 1938, tras la toma de Vinaroz por parte del ejército franquista, Tarancón volvió a dicha ciudad como párroco y arcipreste, y de allí pasó al arciprestazgo de Villarreal en julio de 1943.
Fue nombrado obispo de la pequeña diócesis de Solsona a los treinta y ocho años, en 1945: el más joven de la España de entonces. La publicación en 1950 de la pastoral social El pan nuestro de cada día contra el estraperlo (mercado negro) le hizo caer en desgracia ante los políticos y ante los recalcitrantes integristas[cita requerida]; sin embargo, en su diócesis dejó de especularse con el precio del trigo y hubo menos hambre[cita requerida]. Tal vez por esto su carrera eclesiástica permaneció estancada durante 18 años en esa misma diócesis. Como afirmó en sus memorias,
Pese a ello, fue nombrado a mediados de los años 50 secretario de la Conferencia Episcopal Española; fue relator del Sínodo de Obispos en Roma; participó en el Concilio Vaticano II (19621965), durante el cual fue nombrado el papa Pablo VI en 1963, quien habría de proteger su carrera desde entonces.
Su labor pastoral la continuó posteriormente en Oviedo, a donde pasó como arzobispo (19641969). Se convirtió en arzobispo de Toledo en enero de 1969, cargo que llevaba ligado el título de Primado de España. Ese mismo año, en abril, Pablo VI le entregó el capelo cardenalicio. Aunque es tradición que en las sedes de importancia el prelado fuera elevado al cardenalato, no dejó de sorprender en los círculos integristas y políticos de la dictadura. En 1971, tras la muerte del arzobispo Casimiro Morcillo González, con el que mantenía amistad desde joven, fue nombrado administrador apostólico de la archidiócesis de Madrid.
La muerte de Casimiro Morcillo hizo que tuviera que asumir la presidencia de la Conferencia Episcopal Española desde el fallecimiento de este hasta su elección ese mismo año. Su influencia se hizo notar a partir de entonces, siendo una figura trascendental durante el periodo que fue desde la Dictadura hacia la Democracia, popularmente conocido como Transición. Durante el funeral de la mano derecha del dictador, Luis Carrero Blanco (1973), fue insultado al grito de "Tarancón, al paredón", el ministro de Educación le negó el saludo y tuvo que salir por la puerta trasera de la Iglesia de San Francisco el Grande para evitar agresiones.
En 1974 se desencadenó el Caso Añoveros. El obispo de Bilbao fue detenido por el régimen con el fin de mandarlo al exilio a causa de una pastoral. Tarancón buscó interceder ante el presidente Carlos Arias Navarro pero no lo consiguió. Sería su sucesor en la sede toledana, Marcelo González Martín, el que logró comunicarse con el Gobierno y frenar la expulsión.
A la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, sería también el cardenal de Toledo el que presidiría su funeral, menos crítico con el Gobierno que Tarancón.
Poco después, Tarancon presidió la misa del Espíritu Santo, celebrada en la iglesia de los Jerónimos tras la proclamación de don Juan Carlos I como rey (noviembre de 1975). Su homilía simbolizó la apertura de la Iglesia española a la democracia, facilitando el periodo conocido como transición.
En 1974 se desencadenó el Caso Añoveros. El obispo de Bilbao fue detenido por el régimen con el fin de mandarlo al exilio a causa de una pastoral. Tarancón buscó interceder ante el presidente Carlos Arias Navarro pero no lo consiguió. Sería su sucesor en la sede toledana, Marcelo González Martín, el que logró comunicarse con el Gobierno y frenar la expulsión.
A la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, sería también el cardenal de Toledo el que presidiría su funeral, menos crítico con el Gobierno que Tarancón.
Poco después, Tarancon presidió la misa del Espíritu Santo, celebrada en la iglesia de los Jerónimos tras la proclamación de don Juan Carlos I como rey (noviembre de 1975). Su homilía simbolizó la apertura de la Iglesia española a la democracia, facilitando el periodo conocido como transición.
El cardenal Tarancón había desempeñado un importante papel conciliador durante la transición de la dictadura al régimen democrático como presidente de la Conferencia Episcopal, cargo que ejerció desde 1971 hasta su sustitución por Gabino Díaz Merchán en febrero de 1981 al expirar su tercer mandato. La elección de Juan Pablo II en el segundo cónclave de 1978 supuso un cambio en el apoyo de la Santa Sede hacia las medidas adoptadas por Tarancón. Mientras que Pablo VI mostró su apoyo a la separación progresiva de la Iglesia del régimen, Juan Pablo II fue muy crítico con la falta de protagonismo de la Iglesia. Poco después el papa viajó a España, días después de la victoria del PSOE en la elecciones generales.
Se retiró a su tierra natal, donde escribió Confesiones, sus memorias publicadas de forma póstuma en 1996.
Falleció en noviembre de 1994 a causa de una bronquitis crónica que había comenzado a empeorar en febrero de ese año.9 Fue enterrado en el crucero de la Colegiata de San Isidro, en Madrid.
Miembro del Consejo Valenciano de Cultura y Presidente de la Comisión de Promoción Cultural, fue miembro de la Real Academia Española desde 1969, ocupando el sillón b.