La pregunta retórica es una pregunta bumerán, que, antes de retornar al que la hace, golpea a la pieza: “¿Me amas, Pedro?”. El arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez, ha lanzado otra al inquirir por la causa por la que los que atacan a la Iglesia católica en España no se atreven con otros credos. Jesús sabía que Pedro le amaba y el prelado sabe que el miedo silencia a los valientes de medio dólar que si escupen a Jesús es porque el marco legal propiciado por el humanismo cristiano permite burlarse del pan de Dios, mientras que en el Islam la sharia no permite jugar con las cosas de comer.
Había un matón en mi clase que se atrevía con José Antonio, pero no con Juan, El Gordo. Al igual que él, el laicista es un bravucón acobardado, que cuestiona el viaje del Papa, pero no la peregrinación a La Meca. Y que, en vez de admitir que no la toma con el moro porque le teme, arguye que el moro no le ha hecho nada. Como si el católico promoviera rogativas para pedir al cielo el exterminio del laicista. Además, que se sepa, el episodio de las torres gemelas no se urdió en la audiencia de los miércoles.
Al igual que al laicismo patrio al que alude el arzobispo, dos aclamadas series de televisión, Los Simpson y Big Bang Theory, presumen de irreverentes, pero no lo son tanto, porque mientras se ceban con el cristiano pasan de puntillas por los usos y costumbres islamistas. Y mira que la morería da juego para una comedia de enredo por la dificultad de saber si tras el burka se esconde una mujer o un tuareg. En ambas, curiosamente, el contrapunto religioso es un personaje hindú. El detalle es significativo. Los guionistas saben que la intolerancia a la lactosa, la mala leche, no la gastan los que creen en vacas sagradas, sino los que no comen carne de cerdo.