El 14 de septiembre publicaba un artículo que titulé De un centenario que ha pasado desapercibido, dedicado al recuerdo de una comunidad de las muchas que han pasado por nuestra hermosa península y a la que cupo un final aciago, como en nuestra historia, y en la de cualquier otro país o comunidad, han sido muchos: me refería a los moriscos, expulsados por Felipe III un 9 de abril de 1609. Lamentaba entonces el olvido con el que la fecha había trascurrido, aunque me felicitaba del mismo en la sospecha de que toda celebración que se realizara en los tiempos extraños que corren en nuestra patria, iría acompañada de humillantes, discriminatorios, escorados y poco documentados actos autoinculpatorios, cuando no de importantes dotaciones presupuestarias para el primero que pasara por allí reclamando ser el morisco que entonces alguien expulsó de España.

 

            Pues bien, con verdadera pena, reconozco no haber errado en el pronóstico. Y ya tenemos a quien propone la realización del acto conmiseratorio. Trátase en esta ocasión –al pesoísmo rampante no le falta nunca un roto para un descosido- de un diputado granadino, el Sr. José Antonio Pérez Tapias, quien propone una serie de actuaciones para conmemorar el desapercibido centenario las cuales, naturalmente, irían “acompañadas del reconocimiento institucional [...] de la injusticia que en su día se cometió con los moriscos expulsados de España”, así como de un reforzamiento de “los vínculos económicos [...] con las poblaciones del Magreb y de Africa Subsahariana descendientes de los moriscos expulsados”, reforzamiento que aunque inexplicado, iría sin duda en la línea de esquilmar aún más las depauperadas arcas españolas con las que pagamos cada una de las nocturnas ocurrencias de nuestro desprendido Presidente.

 

            El reconocimiento de las injusticias cometidas en la historia está muy bien. Digno de elogio es el acto especialmente generoso del Papa Juan Pablo II cuando en marzo de 2000, pidió perdón en nombre de la cristiandad por las infidelidades al Evangelio que han cometido algunos de nuestros hermanos [...], por el uso de la violencia que algunos de ellos hicieron al servicio de la verdad, y por las actitudes de desconfianza y hostilidad adoptadas a veces con respecto a los seguidores de otras religiones”. Una expiación que afectaba, también, a todo daño que los cristianos españoles hubieran podido infligir a la población morisca de la que hablamos.

 

            Esto dicho, a la propuesta del Sr. Pérez Tapias en la línea de seguir pidiendo perdón se le pueden oponer no pocas –y severas- objeciones. La primera es que la cuestión de las responsabilidades históricas es una cuestión muy delicada en la que no cabe aspirar a la unanimidad y que corresponde acometer a especialistas, y no a políticos oportunistas e ignorantes, fea costumbre que ha adquirido nuestro Gobierno, que ha convertido el Congreso en una Real Academia de la Historia única en el mundo por la especial capacidad que tiene de emitir decretos que establecen verdades históricas incontrovertibles.

 

            La segunda es la cuestión del "punto cero" o momento en el que empieza a relatarse la historia, porque en el caso que nos ocupa, si se expulsaron moriscos de España, ello sólo fue posible porque sus ancestros habían desalojado de sus territorios a los cristianos que los ocupaban con anterioridad, cosa que ocurrió, por cierto, de manera bastante más violenta e injusta.

 

            La tercera es la cuestión de la reciprocidad, es decir, que si el Gobierno español va a hacer expreso reconocimiento de sus culpas, alguien deberá reconocer también las de la parte contraria, so pena de incurrir en dos de los peores pecados del historiador, el maniqueísmo y la descontextualización.

 

            La cuarta es la muy compleja cuestión de la representatividad, a saber, hasta qué punto el Gobierno español cuya legitimidad emana de la Constitución de 1978, es responsable de lo que hiciera en 1609 su Real Majestad Felipe III, y hasta qué punto las personas a las que representa ese Gobierno, son responsables de esos actos y aquéllos a los que desagravia sus verdaderas víctimas. Porque ¿quién le dice a Vd. que si yo, cristiano y español, me remonto a mis antepasados, no encuentro tantos moriscos como cristianos se encuentra aquél al que el Gobierno que me representa quiere desagraviar?

 

            Muy de lamentar me pareció en su día que tan importante centenario de la historia de España pasara desapercibido. Más lamentable me parecería aún que la conmemoración se hiciera desde el sectarismo, la autoinculpación infundamentada, la falta de rigor, el oportunismo y el sometimiento nacional con los que, una vez más, nos propone hacerlo el pesoísmo.