Ayer por la noche comenzamos el primer Curso Alpha que se realiza en la Ciudad Universitaria de Madrid, promovido por la capellanía del Colegio Mayor Mendel.
Se trataba de la velada inaugural previa al curso, en la que se ofrece una cena y se da la charla sobre “Cristianismo, ¿aburrido, falso o irrelevante?” la cual viene a decir que Jesucristo, al decir que es Camino, Verdad y Vida, responde a las necesidades más profundas del hombre.
La experiencia fue todo un reto, pues no todos los días se tiene la ocasión de proponer diez semanas de kerigma puro y duro a gente universitaria. Lo difícil fue que la actitud de la concurrida asistencia era de venir a ver qué les íbamos a contar, pues ni mucho menos tenían claro que quisieran perder dos horas un día a la semana durante diez semanas, para investigar por ellos mismos si lo que dice Jesucristo es verdad.
Comentaba con un agustino que le había parecido que alguno de los asistentes reaccionaba y respondía como gente de la E.S.O. y, ciertamente, sudé la gota gorda para dar la charla y captar su atención.
De repente me di cuenta de que llevo años dando charlas a gente de otra generación, con otra formación de base y sobre todo con una capacidad para escuchar que no tienen los jóvenes hoy en día.
Esta otra generación empieza con la gente de treinta años en adelante, no se crean que haya que ir más para arriba, y a ellos les separa un inmenso abismo generacional con esta generación de los que rondan los veinte años , pues la sociedad ha girado drásticamente hacia la postmodernidad.
Me decía este agustino que le hacía contraste cómo en los años 70 y 80 la gente en la universidad andaba pensando en política, en cambiar el país, en rebelarse contra lo establecido. Luchaban por unos valores y unas ideas, y desde luego que tuvieron un papel en la sociedad.
El universitario de hoy en día es un postmoderno a quien difícilmente vas a inflamar hablándole de grandes ideales, ni de política y menos de religión. Le interesa pasar los exámenes, hacer sus fiestas y sacar el mayor partido al día a día y al fin de semana. Carpe diem, que dirían los clásicos.
La reflexión es clara, yo con treinta y cuatro años, no puedo hablar a gente de veinte como me hablaron a mí en su día cuando tenía su edad. Me tengo que reciclar, en mi lenguaje, en mis gestos, e incluso en la profundidad de mi discurso. Estoy alucinado, el cambio de mentalidad es tan brutal, que alguien que ha pasado por la universidad no hace tanto (en el 2003 fui alumno de doctorado en la Complutense y hasta el 2005 estudiaba en San Dámaso) necesita urgentemente de un curso de actualización.
El contraste con la iglesia que vivimos es enorme, y no nos damos cuenta de hasta qué punto hay una generación ausente, a la que no vamos a traer de vuelta como no seamos capaces de hablar su lenguaje.
El mensaje del Evangelio es siempre atrayente y su radicalidad siempre despertará ese algo en lo profundo que sólo Dios llena. El problema no es rebajar el mensaje, ni diluirlo, sino comunicarlo para que el Espíritu Santo pueda obrar libremente.
Después de pasar cinco meses en el último año en una iglesia como Holy Trinity Brompton (HTB) en Londres, donde la media de edad de los asistentes a Alpha es de 27 años, y la juventud rebosa por todos lados, tengo claro que el Evangelio tiene un tirón enorme entre la gente joven. Para mí es la demostración de que el discurso derrotista que hay en el ambiente de “a los jóvenes no les interesa la religión” no es más que una manera de excusar el inmovilismo de no ser capaces de cambiar el envoltorio del mensaje para comunicarlo mejor.
En HTB, como aquí, la gente ve la televisión y tiene sus ídolos, y nos visita un personaje que podemos ver en la Cuatro, Bear Grylls -El último superviviente- el cual no sólo ha hecho Alpha sino que también lo promociona todos los años. El spot publicitario de este año, fue de lo que más gustó en la charla de ayer. Hubo un chaval, que después de soportar el “rollo” de la a Bear Grylls en un video dijo “¡ahora sí lo veo, si él hizo Alpha, yo haré también Alpha!”.
Así que pido una oración, para esta “misión imposible” esperando que sea la primera de muchas iniciativas en las que mediante nuevos métodos, no sólo el mío, podamos llegar a comunicar el mensaje y la persona de Jesucristo a una generación postmoderna que, de otra manera, no pisará nuestras aburridas y poco postmodernas iglesias.