El Jueves Santo celebramos la institución de la Eucaristía. Eucaristía que es el sacramento de la unidad. Unidad con Dios y con nuestros hermanos. Sacramento, que como todos ellos, es signo que comunica la Gracia de Dios. Gracia que es acción de Dios en nosotros. En la Cena de Pascua adelantada al jueves, Cristo reúne a los Apóstoles y consagra por primera vez el pan y el vino. Pan y vino que también fueron bendecidos y ofrecidos por Melquisedec: “Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y los bendijo" (Gn 14,19). Pero Cristo lleva ofrenda de pan y vino, que Melquisedec realizó, hasta más allá de las apariencias humanas. La lleva a convertirse en Su verdadera Carne y Su verdadera Sangre. La lleva a mostrarse como símbolo de unidad y trascendencia.
Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne. Los judíos entonces contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. (Jn 6, 50-55)
Pan y Sangre que nos reúnen para conformar la Iglesia que adora a Dios en Espíritu y Verdad (Jn 4, 24). La Iglesia no necesita estructuras humanas sobre las que apoyarse, porque los sacramentos son los verdaderos cimientos que constituyen la verdadera adoración a Dios. Las estructuras humanas que intentan llegar a Dios, como la Torre de Babel, terminan siempre cayendo sobre sus constructores y creando división. Los sacramentos, son todo lo contrario. Son obra de Dios, que comunica el Espíritu Santo para edificar nuestra santidad y nuestra unidad. Fijémonos en todo lo que sucederá tras Pentecostés y nos daremos cuenta de la fuerza que el Espíritu Santo es capaz de hacer nacer en cada uno de nosotros.
La Eucaristía es una realidad trascendente, sagrada y simbólica, que contrasta con nuestra tendencia humana a utilizar lo sagrado como herramienta sociale. La Unidad, que está contenida en la Eucaristía, contrasta con nuestra tendencia a disgregarnos y construirnos nuestras cómodas iglesitas personales. ¿No es la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, aunque la conformemos personas que no damos la talla ni de lejos? ¿No es la Iglesia una realidad sagrada, visible y evidente, aunque no todos aspiremos a ser santos?
La Iglesia es un Misterio, no una herramienta social que utilizar para nuestros intereses humanos y egoístas. Por eso es importante recordar, hoy jueves santo, que la Eucaristía no es un pretexto social para reunirnos los domingos. Tampoco es una oportunidad de producir espectáculos para divertir a los asistentes. Tampoco es un lugar donde propagar las ideologías con las que el mundo nos esclaviza. La Eucaristía rompe cualquier molde humano que queramos ponerle, porque no es posible llegar entenderla totalmente ni controlarla minimamente. ¿Podemos controlar a Dios? Pues tampoco podemos utilizar los sacramentos a nuestro antojo.
Igual que pasa hoy, muchos discípulos del Señor eran incapaces de aceptar esta realidad:
Por eso muchos de sus discípulos, cuando oyeron esto, dijeron: Dura es esta declaración; ¿quién puede escucharla? Pero Jesús, sabiendo en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Pues qué si vierais al Hijo del Hombre ascender adonde antes estaba? El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creéis. (Jn 6, 60-64)
Actualmente sucede lo mismo que le pasó al Señor: nos escandalizamos cuando vemos/escuchamos que una persona da sentido trascendente y sagrado a los sacramentos. Le llamamos rigorista y fundamentalista. Le tiramos todo tipo de piedras de desprecio, porque nos parece que es insoportable pensar que en el signo sacramental esté Dios mismo dando vida y esperanza. Repetir las palabras de Cristo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”, es un escándalo actualmente. ¿Quién se atreve a señalar que la carne, la mundanidad, la sociedad, los intereses humanos, no son fuente de vida? Pocas personas son capaces, ya que esto pone en entredicho el activismo socio-cultural en que estamos convirtiendo la fe. Hay mucho que podemos reflexionar en este jueves santo. No dejemos la oportunidad de hacerlo.