Si he de escoger una noticia entre las que el día trae, me quedo con la del éxito inapelable de un album discográfico que ni siquiera ha salido todavía, el de Susan Boyle, ya saben Vds., la escocesa que se presentó a un concurso tipo Operación Triunfo, Britain’s got talent, que aunque no ganó (quedó segunda) la catapultó al cielo.
Personalmente, me alegro mucho del éxito de Boyle. Y creo que tiene algo de remarcable en los tiempos que vivimos: el triunfo de Boyle representa el del talento en su estado puro, un talento que además no es casual, y que probablemente esté relacionado con algún entrenamiento realizado para superar los efectos de la hipoxia con la que la vida le dio la bienvenida.
Aquí poco han tenido que ver los contactos de la Sra. Boyle, que pocos podían ser en un mundo tan extraño a ella, una pobre y sencilla voluntaria de la parroquia católica de Nuestra Señora de Lourdes en Broxburn (Escocia). Aquí poco han tenido que ver cuotas de esto o de lo otro de esas que tanto desvirtúan el panorama de la excelencia. Aquí poco han tenido que ver apellidos o padrinos de esos que tanto se utilizan para llegar y de los que tan a menudo se reniega cuando se ha llegado. Aquí poco ha tenido que ver la belleza física o las dotes seductoras de la Sra. Boyle, a todas luces insuficientes. Aquí nada han tenido que ver bastardas tretas o torticeros atajos, variantes modernas del pacto mefistofeliano que tantos firmarían si no fuera porque, a menudo, es el diablo el que se niega. Aquí lo que ha triunfado es una voz porque lo que se evaluaba eran voces, y entre todas las evaluadas, la de Boyle era la mejor.
Es verdad que al final, la consolidación del triunfo de Boyle requerirá de todo el potencial que el marketing pueda aportar: alcanzar el éxito en su más mediática versión sin el auxilio del marketing, es hoy día inconcebible. Pero esta vez, por lo menos, el marketing ha puesto sus ojos en quien era la mejor en aquello que se estaba evaluando. Por eso, creo que el triunfo de Boyle es motivo de albricias para los que aún creemos en la excelencia y luchamos contra la mediocridad. Y por eso mismo, mientras escucho a Boyle cantar algunas de las piezas de ese excelente musical que es Los Miserables, me felicito.
Es verdad que al final, la consolidación del triunfo de Boyle requerirá de todo el potencial que el marketing pueda aportar: alcanzar el éxito en su más mediática versión sin el auxilio del marketing, es hoy día inconcebible. Pero esta vez, por lo menos, el marketing ha puesto sus ojos en quien era la mejor en aquello que se estaba evaluando. Por eso, creo que el triunfo de Boyle es motivo de albricias para los que aún creemos en la excelencia y luchamos contra la mediocridad. Y por eso mismo, mientras escucho a Boyle cantar algunas de las piezas de ese excelente musical que es Los Miserables, me felicito.