Se llama Ignacio Larrañaga. Es franciscano capuchino. Nació en Loyola. Es el fundador de los «Talleres de Oración y Vida». Autor de muchos libros. Durante una entrevista le pregunté:
— «¿Qué sugeriría para alcanzar la paz?» Respondió:
— «Silencia tu mente... y la paz descenderá a tu corazón.»
Es una gran verdad. Mientras no acallemos, no silenciemos nuestra mente ocupada, a veces obsesionada, por tantos pensamientos perturbadores: «lo que me han dicho o hecho»; «cómo podré vengarme de tal afrenta»... y damos vueltas y más vueltas al pensamiento destructor... no gozaremos nunca de la paz ni de alegría interior.
Si lo que ocupa nuestra mente fuese algo irremediable: una enfermedad grave, una muerte, etc., el P. Larrañaga decía:
«¿Qué se consigue con resistir mentalmente? Destruirnos.
»La sociedad sufre horrores. Nosotros llegamos a la paz interior haciendo, aceptando la voluntad de Dios. Y es que la paz, la alegría vienen por el camino del abandono en los brazos de Dios.
»Nosotros juntamos lo divino y lo humano. Lo divino: el amor oblativo, doloroso —no el amor emotivo—, y todo ello con ojos de fe: que se haga su santa voluntad.
»Es diferente de la calma que reside en el sistema muscular o nervioso y que con un ejercicio terápico se puede lograr “la calma”, que no “la paz” ni “la alegría” interior.»
»Estamos, poquito a poco, devolviendo la alegría, el contento a multitud de personas, en todo el mundo, que han sido liberadas de sus congojas, de sus depresiones, de sus miedos y ahora viven una vida nueva con paz y alegría.»
Sí, silenciemos la mente y el corazón quedará en paz.
Alimbau, J.M. (2001). Palabras para la alegría. Barcelona: Ediciones STJ.