Hola, buenos días, hoy Verónica nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Y JESÚS CAE POR TERCERA VEZ...
El otro día salíamos del coro e íbamos directas a comer, pero, al salir todas a la vez y quitarnos las capas largas, más de una suele pegarse un tropezón. Ese día una hermana tropezó delante de mí. ¿Cuál fue mi reacción primaria nada más verla? Salir corriendo a ayudarla.
Cuando caigo por mis debilidades y pobrezas, el perfeccionismo muchas veces me hace dejar de ver a Cristo a mi lado, como si Él se alejase porque he fallado, porque no he sido capaz de amar en una situación concreta, porque he contestado mal...
Puede que a ti te pase lo mismo, piensas: "Siempre me confieso de las mismas cosas", caigo una y otra vez. Te sientes indigno de acercarte a Él, y hasta puede que caigas en ese victimismo de machacarte a ti mismo.
Si a nosotros cuando se cae alguien nos sale ir a ayudarle, ¿cuánto más Cristo va a salir a nuestro encuentro cuando caemos?
Nos acercamos al momento de la Pasión de Cristo, el momento de sus caídas, cuando estaba sin fuerzas y no podía con el peso que se le venía encima. Él caía y se levantaba una y otra vez. Él vivió las caídas para redimirlas, para comprender al ser humano caído. Él no se quedó en el suelo, se volvió a levantar.
Estos días pídele al Señor que te cambie la manera de pensar que la sociedad nos ha enseñado de "cuando uno es malo, se le castiga". Por eso nos miramos a nosotros mismos cuando caemos: hemos fallado y nos merecemos un castigo; pero Cristo quiere que le mires a Él. Que mires sus caídas, que mires su forma de actuar, que mires cómo se levanta de nuevo.
Vuélvete a Él, Cristo es capaz de levantarte, de devolverte la alegría y comenzar de nuevo. Lo realmente malo no es tanto el caer, sino el quedarse caído. Lo importante no es la caída, sino el levantarse después de ella.
¿Y qué es lo segundo que sale después de ver un tropezón? Reírte. Sí, aunque te hayas hecho un poco de daño, te sale reír.
Hoy el reto del amor es que mires a Cristo en sus caídas y le pidas el don de levantarte como lo hizo Él, de reírte dejando de lado el victimismo para poder disfrutar de nuevo de Él.