Ya tenemos, que yo sepa, dos ministros que se declaran católicos, el Sr. Blanco y el Sr. Bono. Estoy contento, aunque supongo que habrá más. Pero quisiera que fuesen coherentes.

El Sr. Ministro de Fomento acaba de reafirmarlo, y «como tal -dice- estoy dispuesto a creer que el aborto es un pecado. Pero antes soy ciudadano y demócrata, y como tal, no estoy dispuesto a creer ni a admitir que el aborto tenga que ser un delito». Y sigue diciendo: «Como creyente, se me puede exigir que mi vida personal responda a los criterios morales derivados de mi fe. Pero como representante de los ciudadanos no se me puede exigir que pretenda imponer esos criterios por ley a toda la sociedad». Dos afirmaciones muy serias cuya trascendencia, creo, no ha acabado de ver el Sr. Ministro.

Las comento: Primero dice que admite que el aborto es un pecado, pero que no tiene por qué ser un delito. Y segundo, que no se le puede exigir imponer por ley sus criterios cristianos a toda la sociedad.

Pero, Señor Ministro, ha de cuidar más sus afirmaciones porque da la impresión de no dominar el tema. Vamos a ver: En cuanto a lo primero, el Diccionario de la Real Academia define el delito como: Culpa, crimen, quebrantamiento de la ley.

Y el crimen lo define como: Acción voluntaria de matar o herir gravemente a una persona. La conclusión es clara: el aborto es un delito.

Y si, además, el Concilio Vaticano II dice: "La vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (G. et Spes, n̊51), me parece que para un católico no hay vuelta de hoja: el aborto es un crimen y además, un delito. Otra cosa es que se castigue o no.

En cuanto a lo segundo, la Iglesia no trata de imponer nada a nadie. Lo que es lógico que haga es proponer con toda claridad su fe y su moral para que los católicos acepten su enseñanza. Y si alguien no está de acuerdo con ella, debe ser consciente de que se sitúa fuera de la Iglesia; es como uno que no admite las leyes de circulación; es muy libre para no admitirlas, pero legalment no puede conducir.

Hay que recordar que la Iglesia, en materia de fe y costumbres no opina; enseña. Es como el maestro no opina que dos y dos son cuatro, sino que lo enseña; al enseñarlo no intenta imponer nada. La Iglesia también enseña ¿cómo? exponiendo con claridad la fe y la moral predicada por Jesús. Quien pertenece a la Iglesia debe aceptar esa enseñanza; de lo contrario se sitúa fuera de ella por mucho que alardee de ser católico. Es lo que decimos tener fe.

La definición tomista de la ley dice que es una prescripción de la razón, en orden al bien común. Y la ley sobre el aborto que propone el Gobierno ni está prescrita por la razón porque es irracional, (nada menos que permitir matar legalmente a seres humanos inocentes), ni está ordenada al bien común porque permite una matanza de inocentes mirando hacia otra parte. ¿Qué bien común se consigue con ella?

Dos cosas quiero hacer notar: primero, que por tratarse de una ley irracional, pedimos al Gobierno que retire esa propuesta de ley y no se cruce de brazos ante miles de víctimas humanas que se sacrificarían con la cobertura de esa ley. Y segundo, que a la hora de votar, los parlamentarios católicos, no pueden aprobarla si quieren ser coherentes con su fe. Repito, se situarían fuera de la Iglesia.

Por otra parte, el Gobierno no es dueño de vidas y haciendas sino que está en función del bien común y de la dignidad de las personas. El Estado no da los derechos sino que los debe reconocer y tutelar, pues está al servicio de la sociedad, y no al revés.

Por último, decirle al Señor Ministro que no derive este problema hacia otro partido; que si Aznar, que si Rajoy, que si los obispos hablamos sólo contra los socialistas... Aporte razones y no haga como los niños, acusándose unos a otros con el "tú más, o el otro también lo ha hecho". Lo que la Iglesia está diciendo es que ningún parlamentario católico debe aprobar esa ley. Sea serio, Sr. Ministro, y no diga cosas que hacen reír.

El problema que está sobre la mesa no es si unos lo hacen y los otros también, ni si unos son mejores o peores que los otros. El problema está en si la ley que se quiere aprobar es justa o injusta. Éste es el punto en cuestión. Para la Iglesia está claro; ya sabe cómo ha definido el aborto; y lo que dice la Iglesia es que un católico coherente con su fe, no puede aprobarla. Está claro que si votan a favor, pecan gravísimamente.