Estos días me he dado cuenta de algo. La gente ya ha tomado su posición. Si cambian será por una experiencia personal o por una conversación cara a cara, pero no por lo que publicamos en Redes Sociales. Aquí no hay diálogo, solo oposición. O la gente te da la razón, o te la quita.
¿De qué sirve, entonces, publicar algo si solo va a reafirmar a los que están de acuerdo contigo y también a los que no lo están? La gente ya ha decidido lo que quiere creer, y sólo buscará argumentos que lo respalden, y descalificará los contrarios.
Para justificar los actos homosexuales, se tira de declaraciones descontextualizadas del Papa. A ello le opones otras citas del Magisterio, pero eso no vale porque en realidad ya han decidido lo que quieren creer, sólo buscan justificarlo. No van a cambiar de parecer.
Se dice que el Magisterio debe cambiar, que ese no era el mensaje de Jesús, lo que sea con tal de no plantearse si lo que piensan es incorrecto. Luego están lo que simplemente insultan o te hablan de la pederastia, claro. Esos no hacen ni el esfuerzo por justificarse. No cuentan.
Entonces, ¿por qué publicar cosas que no van a convencer a nadie; es más, que les van a reafirmar, que te van a suponer crítica, insultos, descalificación? ¿Aportan algo acaso esos mensajes? ¿No sería mejor dejarlo estar? ¿Dejar que cada uno siga con su movida?
Pienso que mis publicaciones cumplen varias funciones.
1. Dan esperanza a los que creéis en la Iglesia porque veis que hay pastores que no renegamos de la verdad.
2. Ponen de manifiesto el odio que hay en muchos corazones, lo cual fortalece aún más el valor de la verdad.
3. Recuerdan verdades incómodas en un mundo en que se silencia lo que no se quiere oír. De este modo la luz de la conciencia sigue parpadeando.
4. Son leales a la verdad, de la cual he sido constituido ministro; verdad no puede olvidarse ni diluirse en el maremágnum de opiniones.
5. Estimulan a que los pastores y los laicos dejemos de ponernos de perfil y no soslayemos los evidentes puntos de conflicto con el mundo, en los cuales no se trata de llegar a un consenso sino de dar un testimonio martirial de la verdad. Ponen entre la espada y la pared.
6. Manifiestan qué pastores son confiables y predican la verdad de Dios frente a los pastores acomodaticios que solo buscan el aplauso mundano y la acomodación a la ideología imperante a precio de traicionar la verdad.
7. Permiten que a muchas personas les llegue un modo de ver las cosas que piensan que ya nadie sostiene, y dan la oportunidad a muchos de vosotros de dar testimonio de la verdad compartiendo el contenido, lo cual cuesta, os señala, pero también manifiesta vuestra fidelidad a la verdad.
8. Reafirman a aquellos que, abrumados por las manifestaciones contra el Magisterio que hacen algunos pastores, empiezan a dudar de si lo que creen será acertado o no. Confirmar en la fe es tarea fundamental de los verdaderos ministros. Agradecen que se les recuerde la verdad.
9. Me permiten ser voz que clama en el desierto, junto con tantos hermanos valientes que no se arredran y proclaman la verdad aunque escueza. No puedo guardarme dentro la verdad que he conocido cuando veo que otros la relativizan. Me quema en el alma, necesito gritar.
10. En el día del juicio se me podrá acusar de muchas cosas, pero no de callarme por cobardía o respetos humanos, Mi conciencia está tranquila cuando anuncio lo que me he comprometido a defender, aunque me traiga problemas, insultos y persecuciones.
"Los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza, o por ideas falsas omitimos anunciarlo?" (S. Pablo VI).
En conclusión, aunque me duele que la gente no esté dispuesta a acoger la verdad y veo la dureza de muchos corazones, creo que debo continuar con esta tarea tan poco agradecida pero tan importante por las razones que he enumerado. +