En los momentos de crisis
solo la imaginación
es más importante que el conocimiento.
-Albert Einstein-
Era un hombre de fe. Católico consecuente. Sus creencias movían sus obras y sus actos reforzaban sus creencias. Un día el poderoso del pueblo le propuso un negocio inapropiado. Y se negó. Y fue condenado.
El juez, secuaz del poderoso, le tendió una trampa.
─Como eres hombre creyente te voy a aplicar el «juicio de Dios». Aquí tienes dos papeletas; una, pone culpable; la otra, inocente. Coge una y Dios decidirá.
Nuestro hombre se vio condenado porque sabía que las dos papeletas ponían lo mismo: culpable. Cerró los ojos, oró y, de pronto, como un rayo, cogió una de las papeletas y se la tragó.
-Pero...¿qué haces?, exclamó desconcertado e iracundo el juez.
─Muy sencillo. Si miramos lo que pone la papeleta que queda, sabremos lo que ponía la que me he tragado.
Quedó absuelto.
Hoy día parece que gran parte de la humanidad ha olvidado su compromiso con los principios y valores morales y ha dado comienzo un proceso de desintegración en el cual los nervios de la disciplina gradualmente se relajan, la voz de la conciencia se calla, se oscurece el sentido de la decencia y la vergüenza y los conceptos del deber, la solidaridad, la reciprocidad y la lealtad se desvían.
¿Y los católicos? Tenemos una enorme responsabilidad para transformar la sociedad; ¿cómo? siendo creativos.
En lugar de estar silenciosos y acomplejados, tenemos que desarrollar una actitud positiva. La disposición positiva aumenta tremendamente la creatividad y, por el contrario, una actitud negativa frente a las circunstancias hace que veas todo más grande, más difícil.
Hay que ser creativos porque crear es unir; no importa la edad que tengamos, si mantenemos el deseo de ser creativo, no envejeceremos nunca. Hay que tratar de imaginar cómo se vería la luz de una vela cuando está apagada y, así, donde la vida levanta muros, la creatividad abre puertas.
Si cuando la sociedad nos acusa y condena, somos ágiles y nos tragamos la «culpabilidad», seremos absuelto y ennobleceremos la sociedad porque todo, absolutamente todo, se puede mejorar con fe e imaginación.
solo la imaginación
es más importante que el conocimiento.
-Albert Einstein-
Era un hombre de fe. Católico consecuente. Sus creencias movían sus obras y sus actos reforzaban sus creencias. Un día el poderoso del pueblo le propuso un negocio inapropiado. Y se negó. Y fue condenado.
El juez, secuaz del poderoso, le tendió una trampa.
─Como eres hombre creyente te voy a aplicar el «juicio de Dios». Aquí tienes dos papeletas; una, pone culpable; la otra, inocente. Coge una y Dios decidirá.
Nuestro hombre se vio condenado porque sabía que las dos papeletas ponían lo mismo: culpable. Cerró los ojos, oró y, de pronto, como un rayo, cogió una de las papeletas y se la tragó.
-Pero...¿qué haces?, exclamó desconcertado e iracundo el juez.
─Muy sencillo. Si miramos lo que pone la papeleta que queda, sabremos lo que ponía la que me he tragado.
Quedó absuelto.
Hoy día parece que gran parte de la humanidad ha olvidado su compromiso con los principios y valores morales y ha dado comienzo un proceso de desintegración en el cual los nervios de la disciplina gradualmente se relajan, la voz de la conciencia se calla, se oscurece el sentido de la decencia y la vergüenza y los conceptos del deber, la solidaridad, la reciprocidad y la lealtad se desvían.
¿Y los católicos? Tenemos una enorme responsabilidad para transformar la sociedad; ¿cómo? siendo creativos.
En lugar de estar silenciosos y acomplejados, tenemos que desarrollar una actitud positiva. La disposición positiva aumenta tremendamente la creatividad y, por el contrario, una actitud negativa frente a las circunstancias hace que veas todo más grande, más difícil.
Hay que ser creativos porque crear es unir; no importa la edad que tengamos, si mantenemos el deseo de ser creativo, no envejeceremos nunca. Hay que tratar de imaginar cómo se vería la luz de una vela cuando está apagada y, así, donde la vida levanta muros, la creatividad abre puertas.
Si cuando la sociedad nos acusa y condena, somos ágiles y nos tragamos la «culpabilidad», seremos absuelto y ennobleceremos la sociedad porque todo, absolutamente todo, se puede mejorar con fe e imaginación.