Tomo el post firmado por el buen amigo don Francisco José Fernández de la Cigoña, bajo el título de La hermosa negrológica de un hermano jesuita.

El enlace es el siguiente:

https://infovaticana.com/blogs/cigona/la-hermosa-necrologica-hermano-jesuita/

El texto del post es el que sigue:

No era apenas nadie en la Compañía de Jesús. Un desapercibido hermano que consumió su vida en lavar, zurcir y rezar. Todo absurdo hoy. Para algunos.

Os dejo su necrológica que publica la Compañía. Me parece hermosa. De la casi nada aparentemente pero pienso que de mucho. Me fijaré sólo en dos aspectos. Ya en sus últimos días, evidentemente demenciados, se le veía, sin camisas o calcetines y sin aguja ni hilo, haciendo que cosía para sus hermanos. Me parece entrañable y muestra del enorme amor por su Compañía y por todos los que en ella eran importantes. No él. A los que les remendaba con inmenso cariño, los calcetines. Me temo, o estoy seguro, de que ya no quedan beneméritos hermanos remendadores ni ilustres padres que manden nada a remendar.

 

El otro es que parecía acostumbrado verle por el jardín de la casa rezando solo el santo rosario. No voy a decir que ese “espectáculo” seguro que gratísimo a la Regina Societatus Iesu, haya desaparecido. Con mi venerado Hermano Hijosa, con el Hermano Báscones. No lo sé. Pero si así hubiere ocurrido y eso ya no ocurra se lo deberían hacer mirar.
Esta es la hermos necrológica de ese Hermano que acaba de fallecer:

H. Primitivo Báscones Castillo, S. I. (Grijalba, Burgos, 24/02/1929 – Villagarcía de Campos, Valladolid, 26/01/2017)

La vida del H. Primitivo Báscones se desarrolla entre los años 1929 y 2017. Nació en Grijalba, pueblecito de la provincia de Burgos. De muy joven entró ya a estudiar en nuestra Casa de Oña, para continuar en Javier, Loyola, Orduña y Villagarcía de Campos, donde ha cumplido su andadura humana. Siempre vivió en lugares pequeños, de ambiente rural, nunca en ciudades grandes, aunque sí en Casas de gran significado jesuítico: Javier, Loyola, Villagarcía de Campos.

Como hermano jesuita tuvo poca variedad de oficios: casi toda su vida trabajó en el lavadero y en la ropería, y siempre en casas de formación o de comunidades grandes: en ellas es donde prestó un gran servicio a sus hermanos jesuitas.

Vivió una vida sencilla, pero intensa. Fue muy trabajador: incluso al final de su vida, cuando vivía ya en la enfermería y su misión era ya “orar por la Iglesia y la Compañía”, bajaba a la ropería a hacer alguna pequeña tarea. Y dos o tres días antes de fallecer, lo encontraron sentado, haciendo todos los gestos de quien está cosiendo, pero sin ninguna prenda ni aguja ni hilo. Tan adentro tenía metido su oficio.

Era de gran espíritu de pobreza: aparte de ser austero en sus cosas, interpretaba esta pobreza en la recogida de todo lo que le parecía que todavía podía servir: por ejemplo, de las habitaciones de los que fallecidos, algunas ropas, maletas…, sin reparar en que el tiempo iba a hacer inútiles muchas de esas cosas.

Amaba de verdad a la Compañía y sentía un gran interés por las obras y por las personas. Algunos años las vacaciones las pasaba visitando algunas de nuestras casas, conviviendo unos días con los jesuitas que él conocía. Podía parecer simple curiosidad, pero era auténtico interés lo que tenía, cuando preguntaba por las obras o por las personas: el noviciado, los que se ordenaban, misioneros…

De piedad sincera y sencilla, asistía con regularidad a los actos de comunidad; o se le veía ante el sagrario; o en la huerta paseando con el rosario en la mano.

Descansaba, sobre todo, de dos maneras: jugando a las cartas, contribuyendo a crear un buen ambiente y una alegre convivencia, porque él era dicharachero y alegre; y yendo de caza, cuando se podía. Entonces salía con la escopeta al hombro con el H. Calvo por estos campos castellanos; dicen que no era buen tirador, que no acertaba mucho con la escopeta, pero en lo que sí acertó fue en el planteamiento de su vida: fue una vida sin gran relieve exterior, “una vida escondida con Cristo en Dios”.

Descanse en paz nuestro buen Hermano Báscones.

Ismael García García SJ Valladolid, 22.03.2017