¿Qué tiene el cristianismo que muchos quieren silenciarlo? Ha sido una constante a lo largo de más de veinte siglos. Como una nueva edición, el intento de quitar de la programación de TVE la emisión de la Misa. España es un Estado aconfesional, correcto, pero también democrático y, por ende, respetuoso de las diferentes formas de pensar, por lo que ofrecer un espacio religioso cabe perfectamente dentro de su orden constitucional. En el fondo, persiste, no la visión laica, que resulta sana en la separación Iglesia-Estado, sino el miedo que las ideologías experimentan frente al cristianismo, pues es la conciencia, a menudo, la única, que habla fuerte y claro para que las personas recuperen su libertad y sentido crítico.
La Iglesia tiene algo que los Estados no pueden transmitir: esperanza. ¿En qué sentido? Por ejemplo aquellos que, estando en cama debido a una enfermedad, encuentran fuerza, consuelo, ánimo y coraje de seguir adelante, gracias a la transmisión de la Misa que ahora se pretende sacar del aire. ¿Qué les decimos a los que por motivos de salud no pueden salir para participar personalmente en la Eucaristía? Por respeto a tantos, es necesario pronunciarse y abogar para que la transmisión, continúe.
Suena mal hablar de libertad, prohibiendo sin fundamento. Esto se entendería así en caso de continuar con la iniciativa antes descrita y que, en realidad, representa un retroceso. Hoy se persigue a la Iglesia, quizá con formas más cuidadas que antes, pero persiste la idea –siempre, infructuosa, por cierto- de minimizarla. ¿Qué hacer? Dialogar, argumentar y emplear los recursos procedentes para hacer valer la libertad religiosa a través de una transmisión que, lejos de ofender, da en primera instancia un mensaje de paz y tolerancia, dos valores que, dicho sea de paso, son más necesarios que nunca.
La Iglesia tiene algo que los Estados no pueden transmitir: esperanza. ¿En qué sentido? Por ejemplo aquellos que, estando en cama debido a una enfermedad, encuentran fuerza, consuelo, ánimo y coraje de seguir adelante, gracias a la transmisión de la Misa que ahora se pretende sacar del aire. ¿Qué les decimos a los que por motivos de salud no pueden salir para participar personalmente en la Eucaristía? Por respeto a tantos, es necesario pronunciarse y abogar para que la transmisión, continúe.
Suena mal hablar de libertad, prohibiendo sin fundamento. Esto se entendería así en caso de continuar con la iniciativa antes descrita y que, en realidad, representa un retroceso. Hoy se persigue a la Iglesia, quizá con formas más cuidadas que antes, pero persiste la idea –siempre, infructuosa, por cierto- de minimizarla. ¿Qué hacer? Dialogar, argumentar y emplear los recursos procedentes para hacer valer la libertad religiosa a través de una transmisión que, lejos de ofender, da en primera instancia un mensaje de paz y tolerancia, dos valores que, dicho sea de paso, son más necesarios que nunca.