En este inmenso despropósito que es hoy día España en el que el mayor disparate puede verse hecho realidad, nos enteramos de que en Extremadura se han dedicado 14.000 euros del erario público a enseñar a los niños a masturbarse, -eso que siempre se llamó “hacerse pajas” para que nos entendamos-, so pretexto de coadyuvar a su formación sexual.
Justo a continuación, como para tapar el escándalo monstruoso de un país cuyo presupuesto público financia el onanismo de sus ciudadanos, -ni en Sodoma se vió algo igual-, la ministra de sanidad se hace la solemne y anuncia que en adelante los niños españoles recibirán educación sexual desde los once años (no nos dice durante cuantos).
Yo creo que llegado es el momento de llamar a las cosas por su nombre y de dejar de actuar como si fuéramos todos imbéciles. ¿Pero de verdad se cree alguien que la generación que más sabe de sexo en toda la historia española, necesita aún más formación? ¿Se quiere decir que nuestros jóvenes ignoran que cuando mantienen relaciones sexuales, entre las posibles consecuencias en las que incurren se hallan la de quedarse preñado o pillar alguna enfermedad? ¿Tomamos a nuestros jóvenes por cretinos integrales y pensamos que a pesar de toda la información que les entra por los ojos –soy padre y sé de lo que hablo-, desconocen lo que nosotros aprendimos en la dura calle, algo que, por otro lado, tampoco requería ser Pitágoras, por venir de fábrica en el código genético?
Lo que hace falta a estas alturas no es seguir dando a los jóvenes españoles una formación que tienen más que contrastada, y en la que están sobradamente doctorados para dar un repaso severo a sus padres y a sus profesores. Lo que hace falta es formar a los jóvenes españoles en valores, en principios y en responsabilidad. Enseñarles, entre otras cosas, que todo lo que se hace en la vida tiene consecuencias, y que ante esas consecuencias sólo hay dos alternativas: o no provocarlas si no se desean, o asumirlas si no se supieron evitar. Porque no vale mirar para otro lado, o conjurar el mal provocado produciendo otro mayor. Porque en la vida hay reglas. Porque NO TODO VALE.
Desengañemonos: el objetivo de tanta formación sexual y tanto cursito pajolero, en absoluto es el de “formar”, es el de “fomentar”, y ello, no sin un claro objetivo: modelar una sociedad onanista –nunca más al caso- y sexoadicta, muelle, dócil, sin voluntad y sin criterio, sin espíritu de crítica y por todo ello, sometida. Quizás por eso, nada tenga de casual que sea precisamente el Gobierno de Sitel al que con tanto afán veamos empeñado en la tarea.