La secuela de Crepúsculo mantiene en vilo los amores desfasados, decimonónicos, de Bella y Edward, y…….”. ¡Qué buen motivo para ir a ver la película!
 
Ésta crítica la he leído hoy en ABC. La escribe E. Rodríguez Marchante. A continuación de esta afirmación empieza la crítica, y nos deja nuevas píldoras que me reafirma en mis ganas de ir al cine. “Tanto el personaje de Edward Cullen, como su padre y el resto de la familia, son un calculado compendio de virtudes; las tienen todas, desde la humildad a la templanza, la diligencia o incluso la castidad…..Y el amor devorador entre la pareja protagonista responde a un esquema de romance tan desfasado, tan a la antigua, que convierte en aún más sorprendente su impacto no sólo estético sino también ético en las nuevas generaciones, supuestamente tan ligeras de cascos”. Alucino. O sea, que como los jóvenes son ligeros de cascos, hay que venderles soberbia, lujuria, negligencia, impureza y sexo. Si no, siempre saldrá una porquería de película. Hay que intentar vender lo que nos convierte en animales, para que lo seamos más cada día, ¿no?
Del mismo modo, la película subraya otros aspectos – tan en desuso entre los jóvenes, como la corbata o el refajo – como la fidelidad, la coherencia, el valor (los valores), la renuncia,… en fin, como si hablaran en otro idioma”. Qué ganas de verla. Este hombre no tiene ni idea. Como no sabe qué decir técnicamente, habla de la manera más fácil, creyendo que si da la razón al mundo, éste no se lo va comer…. Qué iluso es el pobre hombre.
High School Musical tiene éxito por lo que vende: honestidad, fidelidad, humildad,…. Aunque mucha gente piense lo contrario, los chicos quieren vivir así. Les da envidia cuando lo ven. Los Jonas Brothers, igual. Y así, podríamos seguir enumerando (no muchas, es verdad) otros éxitos entre los jóvenes de hoy. ¡Cómo me alegro!
La verdad es que, cuando veo algo así, me da fuerzas para continuar peleando por transformar el mundo.
Acaban de llegar del cole mis hijos mayores. Cuando les hemos contado lo que estoy escribiendo, casi mejor no comento el juego de palabras (sobre este crítico) que ha hecho mi hijo mayor. Aunque nos hemos reído mucho, no se lo merece.
Eduardo Palanca