No siempre lo que se ve
parece ser lo que es.
-Rafael Cubierto-
Aquel grupo de chavales se preparaban para recibir la primera comunión. En el grupo había un niño que sufría un pequeño retraso intelectual y, aunque él y su familia estaban empeñados en que el niño hiciera la Primera Comunión, el párroco no las tenía todas consigo.
Un día llevó al chaval a un apartado, sacó un crucifijo y le preguntó:
─Este, ¿quién es?
─Jesús, respondió el niño.
─Y entonces, ese que está ahí, dijo el sacerdote señalando el sagrario, ¿quién es?
─También Jesús, contestó el niño sin dudar.
─¿Jesús, ahí y aquí...? Pues ya me dirás cómo puede ser que Jesús esté a la vez aquí y ahí.
─Yo creo que es muy fácil, dijo el niño. Aquí, en el crucifijo, parece que está, pero en realidad no está. Ahí, en el Sagrario, parece que no está, pero sí que está.
El sacerdote dio la comunión a aquel niño que parecía que no estaba preparado pero, en realidad, tenía una gran preparación.
Con la fe, hay cosas que parecen buenas, pero no lo son y hay cosas que parecen menos buenas, pero que son lo mejor. La fiesta, la enfermedad, el dolor, la amistad, los compromisos sociales y hasta la muerte, se ven diferentes desde una dimensión religiosa, que ayuda no a pedir a Dios que cambien las cosas, sino que su compañía facilite el vivirlas o anime a una mayor generosidad, sensibilidad y fortaleza.
Cuando la fe se debilita sentimos la necesidad de adaptarla creyendo que así vamos a ser más eficaces, pero Benedicto XVI lo ve de otra manera: «No debemos reducir la fe, bajándola a la moda de los tiempos, al metro de lo que nos gusta, a aquello que gusta a la opinión pública, sino al contrario: debemos llevar el hoy que vivimos a la medida del evento cristiano, debemos llevar el hoy de nuestro tiempo al hoy de Dios» (12-X12).
En esto tiempos de crisis de autenticidad, debemos cogernos de la mano de la Virgen para que, siendo consecuentes, seamos lo que parecemos y parezcamos lo que somos.
parece ser lo que es.
-Rafael Cubierto-
Aquel grupo de chavales se preparaban para recibir la primera comunión. En el grupo había un niño que sufría un pequeño retraso intelectual y, aunque él y su familia estaban empeñados en que el niño hiciera la Primera Comunión, el párroco no las tenía todas consigo.
Un día llevó al chaval a un apartado, sacó un crucifijo y le preguntó:
─Este, ¿quién es?
─Jesús, respondió el niño.
─Y entonces, ese que está ahí, dijo el sacerdote señalando el sagrario, ¿quién es?
─También Jesús, contestó el niño sin dudar.
─¿Jesús, ahí y aquí...? Pues ya me dirás cómo puede ser que Jesús esté a la vez aquí y ahí.
─Yo creo que es muy fácil, dijo el niño. Aquí, en el crucifijo, parece que está, pero en realidad no está. Ahí, en el Sagrario, parece que no está, pero sí que está.
El sacerdote dio la comunión a aquel niño que parecía que no estaba preparado pero, en realidad, tenía una gran preparación.
Con la fe, hay cosas que parecen buenas, pero no lo son y hay cosas que parecen menos buenas, pero que son lo mejor. La fiesta, la enfermedad, el dolor, la amistad, los compromisos sociales y hasta la muerte, se ven diferentes desde una dimensión religiosa, que ayuda no a pedir a Dios que cambien las cosas, sino que su compañía facilite el vivirlas o anime a una mayor generosidad, sensibilidad y fortaleza.
Cuando la fe se debilita sentimos la necesidad de adaptarla creyendo que así vamos a ser más eficaces, pero Benedicto XVI lo ve de otra manera: «No debemos reducir la fe, bajándola a la moda de los tiempos, al metro de lo que nos gusta, a aquello que gusta a la opinión pública, sino al contrario: debemos llevar el hoy que vivimos a la medida del evento cristiano, debemos llevar el hoy de nuestro tiempo al hoy de Dios» (12-X12).
En esto tiempos de crisis de autenticidad, debemos cogernos de la mano de la Virgen para que, siendo consecuentes, seamos lo que parecemos y parezcamos lo que somos.