El historiador Pedro Fernández Barbadillo publicó un artículo en Libertad Digital, titulado ¿Pero queda algún Borbón?, donde podemos leer lo siguiente:
En su última obra, Bastardos y Borbones, el historiador José María Zavala reproduce una historia que deja pequeñas las novelas de Alejandro Dumas. Juan Balansó había citado en dos de sus libros un documento increíble de fray Juan de Almaraz, el confesor de la reina María Luisa de Parma: de los 14 hijos que tuvo la mujer de Carlos IV, ninguno había sido engendrado por su marido. Zavala ha encontrado el documento, escrito y firmado por Almaraz, así como el expediente completo del sacerdote, en el archivo del Ministerio de Justicia.
María Luisa de Parma, nacida en 1751, casó con el príncipe de Asturias, Carlos de Borbón, en 1765 y se convirtió en reina de España y de las Indias en 1788. Falleció en Roma en 1819. Dio a luz 14 hijos, de los que la mayoría murió en la infancia, y tuvo 11 abortos. En total, 24 embarazos, ya que un parto fue de gemelos. Como verdadero padre de todos (o algunos) se cita a Manuel Godoy, uno de los tres lados de un triángulo amoroso propio de una comedia francesa. El amante y el cornudo se llevaban tan bien, que compartían el mismo techo, la misma mujer y la misma comida, en palacio y en el exilio. Godoy, un hidalgo extremeño, ingresó en la Guardia de Corps en 1784, donde ya servía su hermano mayor. Antes de su llegada, la reina ya había parido varios hijos. El futuro Fernando VII nació en octubre del mismo año de la entrada de Godoy en palacio.
Almaraz acompañó a los reyes al exilio, ya que Fernando VII no les dejó regresar a España una vez derrotado Napoleón. María Luisa ordenó en su testamento a su hijo que le pagase una manda de 4.000 duros al sacerdote, pero el rey se negó a hacerlo. En el mismo documento, la ex reina instituía como heredero universal de sus bienes no a su marido, ni a sus hijos, sino a su amante. Al final, Almaraz, tan apurado como enfadado, escribió a Fernando VII reclamándole el dinero y subrayando el secreto de que era depositario. Alguna importancia debió de darle Fernando VII a la afirmación del sacerdote, cuando ordenó su secuestro en Roma y su arresto en el castillo de Peñíscola. Almaraz permaneció, por voluntad regia, en un calabozo aislado, sin hablar con nadie, durante años, como un auténtico Edmond Dantés. Sólo cuando falleció Fernando, el preso se benefició de un indulto real, fue liberado y murió a los pocos meses, en 1837. Pero si las lenguas callaron, los papeles quedaron guardados, hasta que Zavala los recuperó.
Entonces, si ninguno de los hijos de María Luisa de Parma, es decir, Fernando VII, padre de Isabel II, y los infantes Carlos María Isidro, cabeza de la rama carlista, y Francisco de Paula, padre de Francisco de Asís, marido de Isabel, eran Borbones, ¿cómo podemos apellidar hoy a la familia real española? ¿Godoy? ¿Puigmoltó? Si encima mezclamos estos apellidos con los de los cónyuges actuales de los herederos de la Corona, que no han seguido la costumbre de casarse con miembros de otras casas reales, tendríamos Godoy-Ortiz o Puigmoltó-Urdangarín o Serrano-Marichalar.
Como ha dicho Zavala en una reciente entrevista, con los Borbones "la realidad supera con creces la ficción".