Hace unos años un vendedor ambulante de ropa de marca se quejó al concejal de asuntos sociales del Ayuntamiento de Jaén porque la policía local la había requisado el género. El edil llamó por teléfono a su homólogo de seguridad ciudadana para conocer la razón del secuestro textil. Mientras conversaba, el político ora bufaba, ora reía. Cuando colgó le dijo al comerciante que no había nada que hacer. El autónomo le pidió explicaciones. Le dio sólo una: “Manuel, otra vez que vendas polos de Lacoste comprueba que el cocodrilo no tiene la boca cerrada”.
El cocodrilo con la boca abierta encarece el polo, pero el polo es auténtico. Tanto como el cura que para casar lleva puesta la sotana de los domingos. Nada que ver con la falsificación sacramental del concejal de Podemos del Ayuntamiento del Puerto de Santa María que ha oficiado un enlace civil con un alzacuello de pega y una estola del Barça. Tras la consiguiente indignación católica, el edil ha aclarado que no tenía intención de ofender, que es la excusa que da siempre quien tras prender fuego a la casa dice que sólo quería calentarse las manos.
El laicista siempre se desdice ante sus víctimas o ante el juez. Por eso en el laicismo no hay mártires ni héroes, pues el héroe salva a la chica y el mártir muere por ella. Al laicista le falta coraje para lo primero y voluntad para lo segundo. El laicista es el sheriff de El hombre que mató a Liberty Valance, es Rita Maestre ante su señoría, es el edil gaditano ante el católico. Es más fácil disfrazarse de cura que afrontar la crítica por disfrazarse de cura. Que es, por cierto, una obsesión laicista a la que inteligentemente no contesta el cura con la misma moneda. No veo yo a monseñor Osoro dándole las arras al novio ataviado de concejal de Podemos, esto es, con greñas y a lo loco.