Es interesante mirar al pasado y ver cómo las mismas historias y cuentos han ido cambiando. Por ejemplo, la leyenda celta de los Hijos de Lir nos habla de tiempos en que lo importante no eran los móviles, Instagram o saber usar los filtros de Tik Tok. Nos habla del sentido de la familia y de lo fácil que es corromper el bien cuando confiamos en el mal. Nos habla de la esperanza que nunca se pierde y de la intervención de la Voluntad de Dios en el restablecimiento de lo que nunca debería haber pasado. Es una leyenda que hunde sus raíces en los pueblos indoeuropeos, las tribus celtas y la primera cristianización de Irlanda.
Cambiemos el foco. Enfoquemos ahora a J.R.R Tolkien y una de sus frases más certeras: «...el Mal no puede crear nada nuevo, solo corromper o arruinar lo que las fuerzas del Bien han construido o inventado». Tolkien habla del mal y del bien en el siglo XX, pero su voz recoge ecos mucho más profundos. No fue el primero en señalar la forma en que el mal actúa. Podemos retrotraernos a los Padres de la Iglesia, en concreto a San Agustín: «...todas las cosas que se corrompen son privadas de algún bien». (Confesiones 7, XII)
El mal conlleva perder, de forma total o parcial, el ser que nos da sentido y nos sostiene. Un manantial de agua fresca y sana, puede ser fácilmente envenenado. Crear de cero un manantial envenenado, no es tan fácil como envenenar uno saludable.
Fijémonos en la actualidad que nos rodea. Estamos rodeados de sucesos, noticias, ideologías y actividades, que nos hacen sentir vacíos. La política no se preocupa del bien general de todos. Busca bienes parciales o males menores, que sirvan a un ideal humano o ideología predeterminada. Permítanme volver a J.R.R. Tolkien. ¿Cómo nuestros hijos están acercándose a su obra por medio de relatos manipulados de forma claramente ideológica? En concreto les hablo del relato llamado "Anillos de Poder" que ha sido creado por una de las franquicias audiovisuales de más éxito en la actualidad. El mal corrompe el bien y nos confunde mediante estéticas, ideologías, apariencias y simulacros.
Dicen que se basa en los personajes que Tolkien creó. Es cierto. Dicen que sigue algunas líneas argumentales del Silmarillion y también es cierto. Dicen que está muy bien escrito y realiza. Tienen toda la razón. Pero ¿Es un relato escrito por Tolkien? Evidentemente no lo es. Es una recreación repleta de guiños ideológicos que ¿distorsionan? ¿reinventan? ¿corrompen? la columna vertebral de la narrativa Tolkieniana: el cristianismo. Decía San Agustín:
Porque cuando la voluntad abandona lo superior y se vuelve hacia las cosas inferiores, se hace mala; y no por ser malo aquello hacia lo que se vuelve, sino porque es malo el hecho de volverse. (San Agustín, Ciudad de Dios XII, 6)
Volverse es dejar de mirar lo superior, encandilado por lo inferior. ¿Qué sentido tiene distorsionar un relato que señala "lo superior", "lo sagrado" como inspiración de vida? ¿Qué sentido tuvo encarcelar a San Juan Bautista? Recordemos que San Juan Bautista señalaba a Cristo y le mostraba como sentido y objetivo de todo y todos: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1, 30). Encarcelar a San Juan Bautista era dificultar la evidencia de la Vedad entre nosotros. De igual forma, retocar los relatos, historias, leyendas, conlleva ocultar aquello que nos ayuda a ser conscientes. De igual forma, el cristianismo primitivo tuvo que sufrir muchas corrupciones de su sentido y testimonio.
Ciertamente vi con agrado "Anillos de Poder". Mostraba un interesante relato agridulce bien hilado. Pero no es Tolkien ni se le acerca de lejos. No nos quedemos con el aparentemente maravilloso sucedáneo y nos olvidemos del original. El mal sabe esconderse en el acto de elegir el bien menor adecuado al los objetivos de los poderes dominantes de cada momento. Así distorsiona o esconde lo realmente fundamental. Si decidimos tomar un sabroso filete hecho con grillos triturados, que al menos no nos engañen diciendo que "sabe mejor" y es más eco-sostenible que un filete de verdad.
La misma fe que profesamos actualmente está contagiada de esta tendencia a poner los aplaudidos valores sociales sobre las virtudes trascendentes. Tampoco se trata de crear dicotomías entre valores y virtudes. Se trata de ver que nada que se queda en satisfacción humana, nos acerca a Cristo. Así de simple.