(J. L. Vázquez Borau).- Querido Juan, hermano, hermanito: Ya ves...estamos reunidos en torno tuyo para celebrar tu Pascua definitiva; celebrar el encuentro pleno con el Padre, cuyo rostro y su presencia en medio de la vida de la gente sencilla y humilde, buscaste con pasión y fidelidad.
Tú estás de fiesta y nosotros, contigo, también.
Ya ves... la variedad de gentes que nos hemos reunido para dar gracias al Padre por tu vida.
Sí, tus compañeros y compañeras de la Residencia (con los que compartiste tus últimos días); el personal que ha cuidado de todos vosotros; las Hermanitas y una enorme variedad de amigos, compañeros de trabajo, de luchas sindicales, de hermanos y hermanas con los que pudiste hacer un trecho de camino juntos. Un grupo de amigos, porque, quizás, si algo quisiste vivir fue precisamente la hermosura y el tesoro de la amistad.
Si algo se pudiera decir de ti es que fuiste amigo fiel. De aquellos que encontraste en tus primeros tiempos en Málaga en la Plaza de Santa María (la familia de Loreto que te acogió y que hoy están presentes); compañeros de la obra (Juan, Lucas....y tantos otros); vecinos de la Estación del Perro (cómo olvidar a Rafael, Carmen y su familia, Conchi...); de los compañeros de trabajo del Hospital Civil, soñadores como tú de conseguir unas condiciones dignas para los pacientes y los trabajadores (me perdonaréis que no cite nombres para no cometer olvidos imperdonables); amigos de la Frater, de la Familia Espiritual del Hno. Carlos de Foucauld....
Una hermosa red, tejida con finos hilos de amistad y cariño, de fidelidad y constancia...
¿Sabes Juan, hermano? Me dicen de presentar una breve semblanza de tu vida entre nosotros. ¡Cómo si fuera posible resumirla en una líneas escritas apresuradamente! ¿Cómo poder narrar lo hondo de una vida, tejida en el calor del misterio del corazón de Dios?
Que naciste un 1 de marzo de 1924, en París, en el seno de una familia de cierto abolengo y tradición militar; que muy pronto, demasiado pronto, vuestra madre (tuya y de Paul y Gabrielle) os dejó, dejando un hueco que dejó huella.
Que viviste en primera persona el drama de la 2a Guerra Mundial, y que con 19 años, iniciaste un primer éxodo que te hizo atravesar España, con la intención de unirte en el norte de África al Ejército Francés de Liberación y en esos avatares, llegaste, con otros muchos, en Diciembre de 1943 a Málaga. Recluidos en la Plaza de Toros y a la espera de atravesar el estrecho. ¿Premonitorio?
Que no pudiendo participar en el desembarco que liberaría Francia; formado como militar, te presentaste voluntario para ir a la guerra de Indochina (Julio 1946-Diciembre 1947); herido eres repatriado... Un segundo éxodo, éste no solo geográfico, sino espiritual. El largo viaje de regreso en barco, te permitió buscar en lo hondo de tu corazón las razones del sufrimiento que provocan todas las guerras; la muerte de tus camaradas y amigos; la muerte y destrucción de los hasta ahora tenidos como enemigos.
De esta experiencia surge tu deseo de volver tu corazón hacia Dios, Padre de todos, sentido último de nuestras vidas, propuesta de fraternidad universal.
Descubriste los Hermanos de Jesús que comenzaban su caminar y te sedujo la invitación de Jesús a vivir su vida de Nazaret. Buscar su rostro en medio de la vida ordinaria de las gentes sencillas; en el barrio, en el trabajo, en la amistad; y en los ratos personales y silenciosos dejándose mirar por Jesús de manera que fuera moldeando nuestra mirada, nuestro corazón...
Y otro éxodo a vivir, en 1948 entras en los Hermanos de Jesús: El Abiodh en Argelia, Lyon, Chile, estudios de teología hasta que en 1955 pronuncias tus votos perpetuos.
En 1959 te vemos llegar a Málaga... joven, alto, guapo, ojos azules... expectación ante este joven religioso que pasa horas en oración en la Iglesia de Santiago y comparte vida y trabajo con la gente... Fuiste acogido con cariño por la Iglesia de Málaga. Quizás buscabas el último lugar y el anonimato de la vida de Nazaret, pero puedo asegurarte, que a tu pesar, enseguida hiciste parte del paisaje malagueño.
¿Cómo no mencionar tu ordenación sacerdotal celebrada en 1973? Los que compartimos la vida contigo, somos testigos de la importancia de este momento en tu vida. Te marcó profundamente, te abrió a un acompañamiento y a una presencia a comunidades con las que compartías eucaristías (religiosas, laicas, fraternidad secular); a acompañar a la Frater: animando y celebrando con ellos la fe, disponible a quien te buscaba para acoger confidencias, anhelos, para rezar juntos.
Viviste una buena e intensa vida laboral: Algunos años trabajando en la obra; en la dura recogida de basura de aquella época y, por fin, en 1967 entras como celador en el Hospital Civil donde permanecerías hasta tu jubilación en 1987.
Cuántas historia podrían contar muchos de los aquí presentes... Movimiento Obrero, sindicato, CCOO... momentos de lucha y momentos de fiesta...
Una vez jubilado, no abandonaste el mundo hospitalario: voluntario en el servicio de Biblioteca del Clínico, paseando con tu carrito lleno de libros por los pasillos y habitaciones del hospital; la visita en nombre de Málaga Acoge, de extranjeros ingresados que no conocían bien el castellano, atento a servir de cauce de comunicación con los médicos, a prestar pequeños y múltiples servicios, el hospital Carlos Haya conoció tus desvelos...
Bueno y en noviembre del 2002, un nuevo éxodo... dejas la fraternidad y te vienes a vivir a la Residencia de las Hermanitas de los Pobres. Una nueva etapa, un nuevo viaje... el último. 14 años y dos meses... tiempo de abandono, de ir clavando en la Cruz de Jesús autonomía personal, deseos y salud... Tiempo para ir abandonándose, para ir vaciándose, para ir preparándose a escuchar la última llamada... la de la confianza y el abandono, la del éxodo definitivo; la llamada de tu Bien Amado Hermano y Señor Jesús que te llama por tu nombre...
Y tu Amén definitivo, pronunciado para siempre la madrugada del 30 de enero.