Vd. que es asiduo lector de esta columna, sabe que son muchas las veces que en ella hemos tratado el tema de la determinación de la Semana Santa de cada año y la relación que ello tiene con la llamada luna llena pascual. Puede Vd. constatar la verdad del aserto pinchando aquí, aquí, aquí, aquí, aquí o aquí.

            Vd. que es asiduo lector de esta columna sabe, en consecuencia, que la regla para determinar las fechas en las que tiene lugar cada año la Semana Santa es aquélla según la cual, la Pascua de Resurrección se celebra el primer domingo que sigue a la primera luna llena que sigue al equinoccio de primavera.

            Y bien, veamos cómo encaja ello en la Semana Santa que nos traemos entre manos, esto es, la del presente año 2019. Pues bien, este año el equinoccio de primavera se producirá el día 20 de marzo a las 22:58 hora española, vale decir a las 21:58 UTC. La luna llena subsiguiente a ese equinoccio se producirá sólo un día después, esto es, el 21 de marzo. Luego de acuerdo con lo dicho, la pascua de resurrección debería celebrarse este próximo domingo 24 de marzo[1].

            Ahora bien, ¿es esto así? ¿vamos a celebrar, efectivamente, la Pascua de Resurrección del año 2019 este próximo 24 de marzo? Pues bien, no. A poco de interesado que esté Vd. en el tema o incluso si no lo está, a poco que esté Vd. planificando sus vacaciones de Semana Santa, sabe perfectamente que este año el domingo de Pascua va a ocurrir el 14 de abril, y no el 24 de marzo. Y la pregunta que me hago es: ¿qué ha pasado para que esto sea así?

            Pues ha ocurrido algo muy sencillo. Resulta que el método para la determinación de la luna llena pascual no es exactamente el que usan hoy día los astrónomos con todo el conocimiento acumulado por la ciencia y la exactitud de los aparatos de medición con los que cuentan. O dicho de otra manera, que aunque la intención eclesiástica sea, efectivamente, la de calcular de manera lo más precisa posible cuándo se produce la luna llena, dicha determinación la Iglesia la sigue realizando con criterios antiguos indisolublemente unidos a su tradición litúrgica, los cuales, aunque muy precisos, contienen también alguna pequeña imprecisión que casi nunca tiene repercusión a la hora de determinar la Pascua, pero que este año, concretamente este año, sí la va a tener.

            El método utilizado por la Iglesia para la determinación de la luna llena pascual pasa por unas tablas que se basan en el “ciclo enneadecaeteris” o “ciclo metónico”. La primera denominación hace referencia a su contenido, que gira en torno al concepto “diecinueve”. La segunda hace honor a su creador, el astrónomo griego Metón de Atenas. Y es que el gran astrónomo ateniense observó que diecinueve años solares se correspondían casi exactamente con 235 ciclos lunares, un cálculo que introdujo en el año 432 a. C. en el  calendario Ático lunisolar, sin poder llegar a calcular, para la absoluta y total precisión, que esos diecinueve años duran unas dos horas menos que los 235 ciclos lunares. Pues bien, es esa mínima diferencia de dos horas, que puede representar el cambio de fecha de la luna llena de un día al siguiente, la que ha producido que este año la luna llena primaveral astronómica no coincida con la luna llena pascual metónica, y mientras aquélla se produce este próximo día 21 de marzo, la metónica haya ocurrido unas horas antes pero el 20 de marzo, por lo que se impone esperar a la siguiente luna llena, que en este caso tendrá lugar el próximo viernes 19 de abril, para definirla como luna llena pascual, y en consecuencia con ella, determinar cuál es el domingo en el que los cristianos celebraremos la Pascua, un domingo que no es otro que el que caerá el próximo 21 de abril.

            El hecho es, como se puede Vd. imaginar, muy infrecuente, un verdadero acontecimiento, pues para que tenga lugar hace falta que la luna llena se encuentre en las horas fronterizas del día, de modo que la ligera diferencia horaria entre un sistema -el astronómico- y otro -el metónico- de calcularla le haga cambiar la fecha. Y hace falta también que el equinoccio primaveral se halle sumamente cerca de la luna llena que le sigue, nunca más de un día, como para que el cambio de fecha de la luna llena por un solo día afecte además a su condición de luna pascual. Sin embargo, son esas dos circunstancias, exactamente esas dos, las que han concurrido este año[2].

            Bueno amigos, una curiosa singularidad, la de este año, que vale la pena mencionar. Todos nos emocionamos ante otros caprichos o desaires de la naturaleza como pueda ser un eclipse, una conjunción estelar, una fecha capicúa… por qué no disfrutar esta Semana Santa especial por la que no le es dado pasar a cualquiera. Que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.

 

 

 

Dedicado a Santiago Llorente, gran amigo con el que comparto haber cantado muchos Requiem de Mozart, que es quien me llamó la atención sobre la peculiar anomalía que se producía este año con la Semana Santa. Gracias Santiago.

 

 

[1] Por cierto, una de las semanas santas más tempranas que puede tener lugar. De acuerdo con la regla que hemos mencionado, la más temprana sería la que tuviera lugar un 22 de marzo suponiendo que el equinoccio de primavera ocurriera un 20 de marzo, la fecha más temprana en que puede ocurrir, y que la luna llena se produjera justamente al día siguiente, 21 de marzo y coincidiera en sábado, con lo que el domingo 22 sería domingo de Pascua de Resurrección.

 

[2] Un rudimentario cálculo de probabilidades me lleva a concluir que estas circunstancias sólo deben concurrir un año de cada cuatrocientos, aunque no necesariamente de manera periódica o regular, siendo así que, según parece, las mismas ya se dieron también en 1962.