Durante décadas, los católicos, conservadores y tradicionalistas de distintos puntos del orbe occidental hemos mirado con cierta envidia sana hacia un país eslavo muy concreto, hacia el que no deja de ser la patria natal de personajes tan importantes como San Juan Pablo II, San Maximiliano Kolbe, el padre Jerzy Popieluszko y el héroe anticomunista Witold Pilecki.
Ese país, llamado Polonia, llamaba la atención por seguir siendo uno de los países más católicos y religiosos de Europa en el momento (sobre todo, las zonas que no estuvieron, en su momento, bajo dominio prusiano). También por haber una oposición sociológica general más fuerte ante la cultura de la muerte, la invasión islámica y el totalitarismo de género.
Ocurría también que el socialismo estaba mal visto en general (sobre todo entre los más jóvenes, que hace unos años apostaban por una fuerte liberalización del mercado sin renunciar por ello a una sociedad ordenada), lo cual es una máxima común en los países del extinto yugo soviético (a diferencia de donde influye más la Teología de la Liberación).
También mirábamos y seguimos mirando con envidia cómo había, más o menos, al estilo norteamericano, una sociedad fuerte, capaz de influir en los partidos políticos para defender esos principios y valores justos, en torno a la vida, la familia, la tradición y la propiedad privada.
Ahora bien, el invierno ha cerrado con un preocupante cambio de tablero cuyo factor de origen fueron las elecciones legislativas que tuvieron lugar el pasado 15 de octubre, que supusieron una victoria para el establishment europeo y ciertos intereses geopolíticos germánicos.
El "conservador" Ley y Justicia (entrecomillemos el término por su ocasional acomplejamiento y su mayor interés en el corrompido poder, con tentaciones socialistas en lo económico) perdió la mayoría absoluta y no sumaba apoyos con la coalición derechista pro-mercado de la Confederación, bajo el liderazgo del economista Slawomir Mentzen.
La cosa es que la sucesión de Mateusz Morawiecki ha pasado a Donald Tusk, que es socio del PP español allí, y ha tenido la necesidad de configurar una coalición centrista e izquierdista, con PL2050 (incluye a los agraristas del PSL, donde se dice que hay algún conservador moderado) y con Lewica (el equivalente a Más Madrid).
Lógicamente, ha habido un reparto de cargos, como en cualquier coalición. Pero lo más importante es que toda la antigua oposición "progre" tiene una clara obsesión con el avance abortista y homosexualista, ya que el nasciturus está bastante protegido y la legislación polaca no reconoce ni el "homomonio" ni la adopción LGTBI.
De hecho, más allá de las sintonías entre la Plataforma Cívica y una eurocracia (Von der Leyen y compañía) dispuesta a pisotear a quienes no acatan la agenda "progre" (pasa con Hungría y pasará ahora con Eslovaquia), la izquierda radical tiene un margen potente de influencia en las carteras de Educación, Familia y Justicia.
La hoja de ruta ideológica
Una de las principales avanzadas ideológicas del equipo coaligado arcoíris fue la aprobación de la financiación estatal, a nivel nacional, de la fecundación in vitro. Lógicamente, esto no guarda relación directa con las "parejas homosexuales", aunque ya de por sí desvirtúa la maternidad y produce la cosificación del bebé.
Ahora bien, esa cosificación del bebé puede ir más allá, con la llamada gestación subrogada, que sí se vincula más con las "familias LGTBI" y se puede interpretar, en un amplio abanico de casos, como un reflejo de la cosificación del bebé por cuanto y en tanto sería tratado como un objeto de deseo y capricho.
Hace unas semanas nos constaba que, de cara al próximo curso, las horas lectivas de la asignatura de Religión podrían reubicarse y reducirse de modo que, paulatinamente, de facto, se pudiera avanzar en el "supuesto objetivo de la educación pública y laica" (lo mismo que procuran en países como España).
En relación a las escuelas, también se puede esperar una mayor implicación de las oenegés homosexualistas, al no depender ya todo, única y exclusivamente, de consistorios con gobernantes bastante progresistas como es el caso de Varsovia (principalmente), Gdansk o Poznan (la metrópoli polaca es mucho menos conservadora que la madrileña).
Pero todo va en cadena. Así que tiene sentido haber hablado de esto antes de enunciar otros proyectos más orientados a lo que se conoce como adoctrinamiento LGTB, teniendo en cuenta lo que anunció el viceministro de Justicia Smiszek, conocido por ser la pareja del homosexualista Robert Biedron (que intentó montar, sin éxito, un "partido-protesta").
Se va a trabajar en una reforma del Código Penal que, aplicada sobre los artículos 119, 256 y 257, introduzca cláusulas relacionadas con los llamados "discursos y delitos de odio", haciendo referencia a conceptos como el género, la orientación sexual y la identidad también sexual.
De una manera no tan sutil, se aspira a que el artículo sirva para perseguir a voces conservadoras (no necesariamente políticas) que aún sin tener nada del homosexual como tal, sí que puedan optar por batallar contra una ingeniería social que no todos los homosexuales suscriben, que pretende destruir la unidad familiar.
A su vez, reconociendo la influencia de ciertos grupos de presión, que no necesariamente son polacos, se anunció que el siguiente paso sería legalizar el llamado "matrimonio homosexual", siendo las "uniones civiles" una especie de paso previo, por aplicar cierto gradualismo en la medida.
Mayores amenazas a las libertades concretas
Todo lo que se ha enunciado, aún no habiendo sido avalado por una mayoría aplastante de polacos, corrobora lo que se temía si los aliados del totalitarismo de género y del wokeismo en general empezaban a ocupar importantes posiciones de poder en las instituciones polacas.
Los polacos no se han librado de Ley y Justicia para avanzar hacia una sociedad más fuerte y un Estado mucho más reducido (mayor libertad educativa, mayor reconocimiento a los derechos de propiedad...), sino que tienen más motivos para reaccionar y evitar acabar como Irlanda o como Chile.
El socialismo de ingeniería social ha avanzado. Con la colaboración de la eurocracia soviética, el sorismo y otras élites woke, la sociedad polaca estará mucho más lejos de la sociedad abierta bien entendida. Y sí, todo esto vulnera la libertad religiosa y ataca a la verdadera religión que también es pilar civilizacional polaco.