Llevamos 13 días de confinamiento en Madrid, parece una película apocalíptica pero por mucho que aún me cueste asimilarlo es real.
Hace 2 semanas todo el que leyera este blog fue testigo de mi fragilidad, del atasco de conciencia que tenía. Ahora que lo miro con perspectiva me río de mí misma, me parecen ridículos mi ansiedad y mi temor por tener que comulgar en la mano y todo por mi deformación profesional de madre de adelantar, de tener previstos los imprevistos para saber cómo actuar y que la vida no se pare, ¡qué lejos queda ya!
Estamos en una situación de peligro real , invisible e incierto, hay gente que se ha contagiado sin saber cómo así que puedes haber subido en el ascensor con el vecino del 5º hace semanas sin saber si estaba contagiado ni si te lo ha podido pegar. Incertidumbre, preocupación, vulnerabilidad: esto sentimos.
Cuando leí en el periódico que en Italia se cerraban las iglesias me pareció terrible, era dejar a la gente desamparada y sin poder acudir a la casa del Padre a rezar, que es el último clavo ardiendo al que nos agarramos los cristianos cuando todo lo demás ya lo hemos hecho y las cosas parecen no tener arreglo.
Sentí que era abrir las puertas del infierno y permitir que Satanás y sus esbirros camparan a sus anchas por las calles sembrando más desasosiego, más miedo y desesperanza. Pero eso era en Italia, lo veía muy lejos.
El sábado 14 los madrileños ya estábamos dispensados del precepto dominical pero nosotros fuimos en familia a misa. Estaba inquieta pero ahora me alegro de haberlo hecho. Éramos la única familia con niños en el templo.
A la puerta de la iglesia el párroco avisaba que a partir del día siguiente no habría misas así que esa la viví como lo que fue: la última hasta no sé cuándo. A veces se me llenaban los ojos de lágrimas porque me sabía a despedida y a nostalgia. Esta situación me está haciendo valorar la misa no teóricamente sino en la vida real y me avergüenzo de todas las veces que pude ir y no fui por pura pereza.
En circunstancias extraordinarias sale lo mejor y lo peor de las personas. Mis hijos de 15, 14 y 10 años se están portando de maravilla, tienen un horario para el estudio y para el ocio y no ha habido discusiones. Mi marido es la seguridad y la serenidad de todos y soy muy afortunada por tener esta familia y ver cómo están viviendo esto que jamás en la vida imaginé que nos tocara vivir.
Pero hay gente para todo y yo, que tengo muy mal ojo para calibrar a las personas, me he estrellado ya 2 veces estos días. Voy a pasar de ser políticamente correcta y del temor a ofender con mis palabras porque me han hecho daño y estoy alucinando en colores. Además si uno utiliza eufemismos corre el riesgo de que no le entiendan.
Desde que el día 11 cerraron los colegios he ido contando a mis amigas de fuera de España lo que pasaba en Madrid. Lo que más les costaba entender era lo de comulgar en la mano primero y después lo de los templos cerrados. Ahora lo están viviendo, hay sacerdotes allí que están confesando a los fieles sin que salgan del coche, como el padre Scott Holmer de Maryland:
Algunas me animaban y alentaban, otras no me escuchaban y parecían sentirse intocables contándome que aprovechaban para invertir en bolsa, renegociar hipotecas y reservar vacaciones baratísimas en Europa. ¿Quién puede pensar en vacaciones cuando cada día hay más contagiados, más muertos y no sabemos hasta cuándo va a durar? Yo desde luego que no.
Hay mucho inconsciente por ahí y no me refiero sólo al gil que sacó a pasear una cabra sino a todos los que se fueron a sus casas de la playa, a los que saturan las redes sociales y los WhatsApps con basura inútil que confunde y crea ansiedad. Empecé por salirme de grupos de WhatsApp, seguí por dejar de leer lo que me llegaba y de contar las novedades a los de fuera y ahora he silenciado el móvil y sólo lo miro 3 veces al día, ¡increíble pero cierto!
Empleo el tiempo en las tareas diarias necesarias como cocinar, poner lavadoras y lavaplatos, zurcir calcetines… y en las que he ido posponiendo por falta de tiempo: he limpiado la cocina de arriba abajo vaciando armarios y cajones y fregando cada balda y azulejo mientras me ponía mi MP3 con el rosario rezado por San Juan Pablo II o el móvil con la misa de Radio María y he hecho maratones de novenas al estilo de Santa Teresa de Calcuta. También pongo la radio y agradezco con toda el alma a las personas que trabajan ahí su labor impagable de informar, acompañar, entretener y destensar el ambiente, que en estos tiempos viene muy bien.
Como digo, en situaciones así sale lo mejor y lo peor de nosotros y yo he estado muy enfadada porque he esperado una respuesta a la altura de las circunstancias de personas que creo que deberían darla y no lo han hecho, aunque no debería enfadarme ni molestarme ni sorprenderme porque son siempre los mismos y siempre responden igual.
Uno de mis vecinos del 5º no me dirige la palabra y el otro día se puso a hablar con mi hijo pequeño sólo para decirle “No hagas eso, niño”. Y me enfadé con mi párroco porque el día 1 del estado de alarma cerró la iglesia a cal y canto. Fui a la farmacia y como la iglesia está cruzando la calle me acerqué para rezar y me di de narices con un cartel de “CERRADO HASTA NUEVA ORDEN”:
Me sentó fatal porque nos ha privado de la posibilidad de rezar delante de Dios; saber que la iglesia está abierta aunque no puedas ir es un consuelo enorme y nos hace sentir que nuestro no poder hacer nada se apoya en el Todopoderoso. Pero no, tuve que rezar en la calle y hacer un esfuerzo por morderme la lengua.
3 días después tuve que ir a la compra a 15 minutos andando de mi casa y me encontré con las puertas de otra parroquia abiertas de par en par y con el Santísimo expuesto, así que entré. Había 4 personas guardando la distancia de seguridad, rezando. ¡Qué distinto fue! El párroco abre la casa de Dios a sus hijos para que el que salga a las cosas imprescindibles pueda también buscar la serenidad en Él.
Mi parroquia no es la única que está cerrada y me parece una pena y una vergüenza, digo lo que pienso y lo que siento: fuera los curas tibios, mediocres, mediopensionistas, que se ponen de perfil, que esquivan las balas, que se conforman con cubrir objetivos mínimos y nos dejan colgaos.
Bravo por los curas jabatos como el padre Lozano generosos, que lo dan todo, que se buscan la vida para atender a sus feligreses, que son padres y pastores, luz en la oscuridad y seguridad en la incertidumbre, que se entregan a los demás hasta el agotamiento o hasta caer enfermos.
Y esto se aplica a muchos colectivos a los que cada noche a las 20:00h aplaudimos los españoles de bien desde nuestros balcones y ventanas: médicos, enfermeros y todo el personal sanitario incluso los estudiantes de enfermería que están siendo convocados y de forma voluntaria acuden a trabajar, limpiadores, transportistas, repartidores, personal de los supermercados, farmacéuticos, quiosqueros, estanqueros, panaderos, agricultores, granjeros, policías, guardiaciviles… todos los que siguen trabajando para que no nos falte de nada.
También a los periodistas que nos informan y acompañan cada día y a los maestros y profesores que siguen preparando sus clases y corrigiendo los deberes y exámenes de nuestros hijos.
A todos esos valientes que gracias a Dios son muchos más que los otros: GRACIAS, que Dios os bendiga y María os guarde.
Adjunto la letra del himno de estos días. Te sugiero que pongas en Google “video resistiré coronavirus” y los veas todos, los españoles somos gente muy legal que en las malas sentimos igual y nos unimos como uno sólo. A mí me gusta mucho este de Pedro del Castillo, presentador del programa “El lado bueno de las cosas” de Trece TV.
RESISTIRÉ (Dúo Dinámico)
Cuando pierda todas las partidas
Cuando duerma con la soledad
Cuando se me cierren las salidas
Y la noche no me deje en paz
Cuando sienta miedo del silencio
Cuando cueste mantenerme en pie
Cuando se rebelen los recuerdos
Y me pongan contra la pared
Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla,
Pero siempre sigue en pie
Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré
Cuando el mundo pierda toda magia
Cuando mi enemigo sea yo
Cuando me apuñale la nostalgia
Y no reconozca ni mi voz
Cuando me amenace la locura
Cuando en mi moneda salga cruz
Cuando el diablo pase la factura
Si alguna vez me faltas tu
Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Soy como el junco que se dobla,
Pero siempre sigue en pie
Resistiré, para seguir viviendo
Soportaré los golpes y jamás me rendiré
Y aunque los sueños se me rompan en pedazos
Resistiré, resistiré