¿Qué es la arquitectura? El Diccionario de la Lengua Española nos ayuda a ponernos en contexto: "arte de proyectar y construir edificios”, “diseño de una construcción”, “conjunto de construcciones y edificios”, etcétera. Durante siglos, los arquitectos han materializado, por decirlo de alguna manera, la fe, la esencia del mensaje de Cristo. Contemplar una fachada bien diseñada, deja sin palabras y eleva el pensamiento hacia la trascendencia. Tal es el efecto que produce, por ejemplo, caminar en la plaza de San Pedro y en tantos otros lugares a lo largo del mundo que mantienen ese vínculo tan interesante entre las formas y la mística católica.
No obstante el valor cultural –y evangelizador- de la fe hecha arquitectura, nunca faltan voces que critican el empeño por construir y diseñar con esmero. ¿La razón? Para muchos, un gasto innecesario que bien podría usarse en otra cosa; sin embargo, además de olvidar que dichos espacios traen consigo el ingreso derivado de los peregrinos y del turismo en favor de muchas fuentes de empleo, pasan por alto una explicación desarrollada por el mismo Jesús. Él nos enseñó que los más necesitados son prioridad, pero asumiendo que la ayuda no descarta el hecho de tener otro tipo de gastos. Nos referimos al relato en el que María, estando en Betania, ungió a Jesús con un perfume muy caro, provocando el regaño de Judas Iscariote. Citamos a San Juan (Jn 12: 111) para profundizar en el hecho y su relación con nuestro ensayo:
“Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.» Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús".
Volviendo al punto de la arquitectura, es verdad que no se trata de gastar de forma exagerada, sino que debe darse según las posibilidades de cada comunidad católica, pero esto no significa que construir un lugar apropiado para la oración sea algo negativo o, en su caso, innecesario. Muchas personas, gracias al diseño arquitectónico, han comprendido el Evangelio. Al menos, esa fue la convicción que animó a Gaudí con la Sagrada Familia de Barcelona y el paso del tiempo demuestra que no se equivocó. A veces, nos la pasamos justificando, dando demasiadas explicaciones, sobre el mármol de las basílicas; sin embargo, ¿cómo lo entendían las personas en aquel momento? Asumían que al tratarse de la casa de Dios, debía proporcionarse lo mejor y, con sus debidas actualizaciones, en realidad, se trata de espacios arquitectónicos para él, pero también aptos para nosotros que necesitamos hacer pausas en el camino y reencontrarnos constantemente con la fe.
Ahora bien, aunque en gustos se rompen géneros, por tratarse de algo hasta cierto punto subjetivo, se llega a confundir austeridad con mal gusto, ofreciendo espacios que no favorecen la oración y que, lejos de ser baratos, terminan siendo muy costosos. De manera que el arte sacro no debe relegarse sino aplicarse en aquellos contextos en los que resulte viable. El valor de la Misa no depende del lugar, pero si podemos garantizar un ambiente apropiado, ¿por qué no hacerlo? Siempre hay que apoyar a los más necesitados, pero para que ese apoyo sea posible, debe surgir de la oración y la arquitectura, aunque no sea esencial para conseguirlo, es un apoyo muy grande que expresa el ingenio humano y la presencia de Dios a través del arte.
Se deben organizar presupuestos, obtención de fondos y vinculación con expertos en la materia, siempre dentro de un marco legal y, por ende, transparente. No es aceptar cualquier cosa, pero sí aquello que vaya con la legislación civil y canónica. El ser humano, como parte de sus características, requiere de espacios que le ayuden a descansar y recuperar el sentido, el rumbo. Entonces, ¿a mantener puros museos? No. Con la atención pastoral adecuada, serán espacios vivos. En un contexto secularizado la evangelización de la cultura, no es un lujo, sino una necesidad y la arquitectura ofrece amplias posibilidades de lograrlo.
No obstante el valor cultural –y evangelizador- de la fe hecha arquitectura, nunca faltan voces que critican el empeño por construir y diseñar con esmero. ¿La razón? Para muchos, un gasto innecesario que bien podría usarse en otra cosa; sin embargo, además de olvidar que dichos espacios traen consigo el ingreso derivado de los peregrinos y del turismo en favor de muchas fuentes de empleo, pasan por alto una explicación desarrollada por el mismo Jesús. Él nos enseñó que los más necesitados son prioridad, pero asumiendo que la ayuda no descarta el hecho de tener otro tipo de gastos. Nos referimos al relato en el que María, estando en Betania, ungió a Jesús con un perfume muy caro, provocando el regaño de Judas Iscariote. Citamos a San Juan (Jn 12: 111) para profundizar en el hecho y su relación con nuestro ensayo:
“Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con vosotros; pero a mí no siempre tendréis.» Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús".
Volviendo al punto de la arquitectura, es verdad que no se trata de gastar de forma exagerada, sino que debe darse según las posibilidades de cada comunidad católica, pero esto no significa que construir un lugar apropiado para la oración sea algo negativo o, en su caso, innecesario. Muchas personas, gracias al diseño arquitectónico, han comprendido el Evangelio. Al menos, esa fue la convicción que animó a Gaudí con la Sagrada Familia de Barcelona y el paso del tiempo demuestra que no se equivocó. A veces, nos la pasamos justificando, dando demasiadas explicaciones, sobre el mármol de las basílicas; sin embargo, ¿cómo lo entendían las personas en aquel momento? Asumían que al tratarse de la casa de Dios, debía proporcionarse lo mejor y, con sus debidas actualizaciones, en realidad, se trata de espacios arquitectónicos para él, pero también aptos para nosotros que necesitamos hacer pausas en el camino y reencontrarnos constantemente con la fe.
Ahora bien, aunque en gustos se rompen géneros, por tratarse de algo hasta cierto punto subjetivo, se llega a confundir austeridad con mal gusto, ofreciendo espacios que no favorecen la oración y que, lejos de ser baratos, terminan siendo muy costosos. De manera que el arte sacro no debe relegarse sino aplicarse en aquellos contextos en los que resulte viable. El valor de la Misa no depende del lugar, pero si podemos garantizar un ambiente apropiado, ¿por qué no hacerlo? Siempre hay que apoyar a los más necesitados, pero para que ese apoyo sea posible, debe surgir de la oración y la arquitectura, aunque no sea esencial para conseguirlo, es un apoyo muy grande que expresa el ingenio humano y la presencia de Dios a través del arte.
Se deben organizar presupuestos, obtención de fondos y vinculación con expertos en la materia, siempre dentro de un marco legal y, por ende, transparente. No es aceptar cualquier cosa, pero sí aquello que vaya con la legislación civil y canónica. El ser humano, como parte de sus características, requiere de espacios que le ayuden a descansar y recuperar el sentido, el rumbo. Entonces, ¿a mantener puros museos? No. Con la atención pastoral adecuada, serán espacios vivos. En un contexto secularizado la evangelización de la cultura, no es un lujo, sino una necesidad y la arquitectura ofrece amplias posibilidades de lograrlo.