¡Qué bonita es la Cuaresma!
En mi adolescencia no me gustaba; me parecía un tiempo gris, de negación, penitencia, mortificaciones... pero sobre todo era muy triste porque terminaba con la pasión y muerte de Jesús, a quien había regalado mi corazón. Él moría y a mí me quedaban dolor y culpa.
Ahora que paso de los cuarenta, Dios me ha hecho un regalo: susurrarme que estos días son preciosos, una oportunidad para dejar de mirarme el ombligo y fijarme en el rostro de Cristo doliente, como nos dijo San Juan Pablo II.
Aunque uno puede olvidarse de Él y marcharse de vacaciones, que se las ha ganado.
O sentir fastidio porque esta Iglesia “tan anticuada” manda ayunar dos días, no tomar carne los viernes, que le cuente mis pecados mortales a un cura (que es tan humano como yo) y que comulgue por Pascua de Resurrección. ¡Pero que estamos en el siglo XXI!
Pues yo quiero ser testigo de Cristo en este siglo XXI y voy a optar por lo mejor: elegir el bien, que para eso Dios me hizo libre, y aprovechar esta oportunidad de asemejarme a Él. Nadie me va a atar a una columna para flagelarme salvajemente, ni me van a crucificar hasta la asfixia; pero sí puedo morir a mí mismo en mi casa o en mi trabajo sin hacer cosas raras, ayunar aunque no sea viernes negándome algún capricho, evitando quejas y malas caras, sonriendo también cuando no me apetece o escuchando a esa persona que lo necesita, aunque me quite tiempo para mí.
Dedicaré unos minutos al día a meditar, que es súper zen y ecológico y global, para reconocer qué cosas hago mal y qué cosas buenas dejo sin hacer... pero no tendré miedo, porque Dios es mi Padre y espera con muchas ganas que le pida perdón y cuando vaya a confesarme me recibirá con un abrazo y sin reproches. Confesarse es una gozada, no sé por qué hay gente que sólo lo hace una vez al año.
Así voy a prepararme este año para la Semana Santa, porque quiero acompañar a Cristo en Getsemaní, durante la flagelación y la coronación de espinas, mientras le hacen burla y le pegan y está solo, mareado por la fiebre y los dolores, avergonzado porque le han quitado sus ropas, a Él que es la pureza misma... Quiero estar fuerte por dentro para seguir con Él en la vía dolorosa y en el Gólgota.
Sé que me verá cuando, desde la cruz, busque con la mirada algún amigo, y se acordará de mí tras su Resurrección para compartir conmigo su nueva Vida.
¿Tienes un plan mejor para esta Cuaresma-Semana Santa?