Sí señores, tres millones de españoles si no recuerdo mal. Es la primera consideración que se han hecho muchos medios al conocer que Amancio Ortega era la persona más rica del mundo.
 
            Pues bien, hoy quiero plantearles esta cuestión desde un punto de vista nuevo y original: desde el punto de vista de dos pecados. Sí, han leído Vds. bien, dos pecados, envidia y egoísmo, perspectiva desde la que ya hemos planteado en esta columna otras cuestiones (pinche aquí si le interesa la de dos médicos, el uno egoísta, el otro envidioso).
 
            Desde el punto de vista de la envidia, que una sola persona, Amancio Ortega en este caso, tenga más dinero que tres millones de españoles juntos, es inaceptable, sencillamente inaceptable. Es infinitamente más de lo que un envidioso puede aceptar. Y ello, aunque desde este punto de vista cupiera hacer algunas matizaciones, como la que se cuestiona hasta qué punto que un ser humano disfrute tres millones de veces más que otro es algo meramente nominal, un guarismo más o menos espectacular y llamativo, o se corresponde con una realidad tangible, pues una vez superadas las necesidades básicas, algo que en España doy por hecho, no existe manera humana de beneficiarse de los placeres mundanos tres millones de veces más que otra persona: la capacidad de consumo y de goce de los individuos de nuestra especie tiene sus limitaciones, ¿no les parece?
 
            Ahora bien, ¿y desde el punto de vista del egoísmo? ¿es igual de inaceptable que la fortuna de Amancio Ortega sea superior a la que tienen tres millones de personas? Pues a lo mejor no, mire Vd.. O por decirlo como realmente lo siento y lo veo, no, definitivamente no.
 
            Lo que ha hecho Amancio Ortega no es acudir al reparto de la riqueza naturalmente preexistente y, en un alarde de astucia, codicia y malas artes, quedarse en dicho reparto con más que nadie, hasta tres millones más de veces que algunos. No. Lo que Amancio Ortega ha hecho ha sido crear de la pobreza, de la nada, de la inexistencia, que eso es lo que da este planeta en condiciones naturales, una fabulosa riqueza, para lo cual no sólo se ha valido de sus propias habilidades y hasta de su buena suerte, sino de la ayuda y colaboración de la de cientos de miles de personas, a las que también ha hecho más ricas de lo que eran antes de entrar en contacto con él.
 
            Dicho en otras palabras. Si Amancio Ortega no hubiera nacido, si Amancio Ortega no existiera, esos tres millones de personas no serían más ricos por haberse quedado con la parte de riqueza que SE HA QUEDADO Amancio Ortega… serían aún más pobres por no haber podido beneficiarse, aunque sea en poco, de la inmensa riqueza que HA CREADO Amancio Ortega y ha repartido en forma de puestos de trabajo, salarios, beneficios, impuestos, cotizaciones a la seguridad social, donaciones, amortizaciones, nuevos proyectos empresariales... más el conjunto de puestos de trabajo, salarios, beneficios, impuestos, amortizaciones, nuevos proyectos empresariales que han creado muchos que han empezado a enriquecerse gracias al impulso recibido al albur de la riqueza inicialmente creada por Amancio Ortega.
 
            Es más, si Amancio Ortega no hubiera existido, la cantidad a la que asciende la riqueza por él creada no sólo no la juntarían entre tres millones de personas, sino que no la conseguirían reunir entre cuatro, cinco o seis millones.
 
            Dicho de otra manera: si en vez de existir en España sólo un Amancio Ortega existieran diez, esos tres millones de personas cuya fortuna apenas juntan la de Amancio Ortega serían, como poco, diez veces más ricos de lo que lo son ahora.
 
            Y todavía de otra: si mañana Amancio Ortega fuera expropiado, sus empresas liquidadas y el producto de su subasta repartida entre esos tres millones de personas, dos años después, una vez que se hubieran gastado lo recibido, esos tres millones de personas serían más pobres de lo que hoy son.
 
            En definitiva, señores: la riqueza NO SE REPARTE, la riqueza SE CREA. Este hermoso planeta llamado tierra en el que oxígeno y agua campan por sus respetos, es, sin embargo, pobre, inmensamente pobre, apenas produce bayas (vaya Vd. al Museo Antropológico de Méjico para conocer cómo era una mazorca de maíz cuando llegaron los españoles, cabían dos en una cáscara de cacahuete). Es el hombre –y unos hombres mejor que otros- el que con su productividad, con su trabajo, con su talento, con su savoir faire, con su audacia, con su buena estrella, con su carisma, con los riesgos que asume, convierte la pobreza en riqueza, convierte en definitiva, la baya en mazorca, y la mazorca en maizal. Y el que consigue hacerlo así, no sólo debe ser rico PORQUE SE LO MERECE, debe serlo porque gracias a su riqueza, con su riqueza, NOS HACE RICOS A LOS DEMAS.
 
            A quién sólo le preocupe su sola situación, al egoísta en suma, no le ha de importar que quien le da de comer coma más que él, si le sigue dando de comer y, de hecho, come bien. A quien mira más a su alrededor que a sí mismo, al envidioso en definitiva, sí le importa que alguien pueda comer más que él, y muchos envidiosos, incluso preferirían quedarse sin comer antes de tener que contemplar, mordiéndose las uñas, que alguien, aunque lo que coma sea un duro y enmohecido mendrugo de pan, come más que él.
 
            Y bien amigos, ahí les dejo la idea. Es muy desarrollable y también matizable… yo lo que quería es dejarles la inquietud, nada más… que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos, que el bien, como la riqueza, no están ahí sin más ni más, hay que producirlo…
 
 
 
            ©L.A.
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