El ideal está en ti;
el obstáculo para su cumplimiento
también.
-Thomas Carlyle-
Cualquier momento es bueno para elevar el espíritu; quizás por eso me he acordado de lo que le ocurrió, hace ya algunos años, a un joven piloto inglés que, con un frágil avión monomotor, se aventuró a dar la vuelta al mundo.
Acababa de despegar de uno de los pequeños e improvisados aeródromos de la India, cuando oyó un ruido extraño que venía de la parte trasera de su asiento. Era una rata; si el roedor atacaba la cobertura de lona, pondría en peligro la integridad del avión.
Pensó en regresar al aeródromo y cuando iba a dar la vuelta, se acordó de lo que le enseñaron en las clases de biología: las ratas no resisten las grandes alturas.
Encaró su avión al cielo y fue ganando altura. Poco a poco los ruidos fueron desapareciendo hasta que cesaron: la rata no resistió la altura.
Siempre tenemos «ratas» que nos minan la moral, que nos impiden volar, que nos tiran hacia abajo; por eso, cuando intenten destruirte por envidia, calumnia o difamación, aprieta los dientes y vuela más alto.
Cuando te quieran corroer la moral con las críticas, aprieta los dientes y vuela más alto; cuando tengas que sufrir alguna injusticia, aprieta los dientes y vuela más alto; cuando la rata del cansancio y la inconstancia quiera paralizar tu ascensión, aprieta los dientes y vuela más alto. Es el momento de recordar que las ratas no resisten las grandes alturas.
Cuando encontremos ratas en nuestro vuelo, en vez de gastar nuestras energías peleándonos con ellas, ¡elevémonos! Tomemos distancia del suelo.
Amigo lector, vuela alto, tan alto como tus sueños y cuando sientas los vientos y los peligros, no mires para abajo, siempre mira hacia arriba, porque ese es el sitio al que perteneces.
Recuerda que cuanto más cerca estés de Dios, menos te afectarán las patadas. Hoy, ahora, siempre es buen momento para acercarnos a Dios, volar alto y eliminar «ratas».
el obstáculo para su cumplimiento
también.
-Thomas Carlyle-
Cualquier momento es bueno para elevar el espíritu; quizás por eso me he acordado de lo que le ocurrió, hace ya algunos años, a un joven piloto inglés que, con un frágil avión monomotor, se aventuró a dar la vuelta al mundo.
Acababa de despegar de uno de los pequeños e improvisados aeródromos de la India, cuando oyó un ruido extraño que venía de la parte trasera de su asiento. Era una rata; si el roedor atacaba la cobertura de lona, pondría en peligro la integridad del avión.
Pensó en regresar al aeródromo y cuando iba a dar la vuelta, se acordó de lo que le enseñaron en las clases de biología: las ratas no resisten las grandes alturas.
Encaró su avión al cielo y fue ganando altura. Poco a poco los ruidos fueron desapareciendo hasta que cesaron: la rata no resistió la altura.
Siempre tenemos «ratas» que nos minan la moral, que nos impiden volar, que nos tiran hacia abajo; por eso, cuando intenten destruirte por envidia, calumnia o difamación, aprieta los dientes y vuela más alto.
Cuando te quieran corroer la moral con las críticas, aprieta los dientes y vuela más alto; cuando tengas que sufrir alguna injusticia, aprieta los dientes y vuela más alto; cuando la rata del cansancio y la inconstancia quiera paralizar tu ascensión, aprieta los dientes y vuela más alto. Es el momento de recordar que las ratas no resisten las grandes alturas.
Cuando encontremos ratas en nuestro vuelo, en vez de gastar nuestras energías peleándonos con ellas, ¡elevémonos! Tomemos distancia del suelo.
Amigo lector, vuela alto, tan alto como tus sueños y cuando sientas los vientos y los peligros, no mires para abajo, siempre mira hacia arriba, porque ese es el sitio al que perteneces.
Recuerda que cuanto más cerca estés de Dios, menos te afectarán las patadas. Hoy, ahora, siempre es buen momento para acercarnos a Dios, volar alto y eliminar «ratas».