Que el PP mantenga el humanismo cristiano como seña de identidad no quiere decir que Rajoy comience las reuniones de maitines con el Padrenuestro y sustituya en el desayuno de trabajo las galletas Chiquilín por yemas de Santa Clara. Quiere decir, simplemente, que, dada la importancia del caladero católico entre sus votantes, aún no ha llegado la hora de vender a Jesús por 30 monedas. Pero como el éxito del lobo radica en su constancia, así que pasen cuatro años algún notable planteará de nuevo eliminar el adjetivo para estar en consonancia con una sociedad que no reza. Y para entonces es previsible que prospere la iniciativa una vez que los asesores de cabezera le confirmen a Mariano que, viudas aparte, aquí nadie se santigua.
Los políticos que arguyen que hay que escuchar a la calle revelan que no tienen nada que decir a la sociedad. En el mundo de la moda los modistos generan tendencias (aunque una de ellas sea la falda plisada) y en el del arte cada generación explora caminos nuevos. No así en el de la política, donde el rumbo lo marca el ciudadano, por lo que el ciudadano debería plantearse a cuento de qué financia con sus impuestos a una clase política que le copia las ideas. Que no siempre son buenas, por cierto. ¿Es bueno que España deje de ser católica? Una parte del PP considera que en absoluto y otra que es inevitable. Y como es inevitable se brinda a darle la extremaunción por lo civil, que es como darle la cuchillada por lo criminal.
Si en las películas de catástrofes el héroe acaba por salvar el mundo es porque el protagonista no es un dirigente progresista del PP. De serlo, no habría quedado manguera sin calcinar en El coloso en llamas ni náufrago que lo contara en Titanic, ya que argüiría que tanto el incendio como icerbeg eran inevitables. En política, el recurso a la inevitabilidad es su excusa para no proponer planteamientos a contracorriente de la opinión dominante, de modo que cuando la opinión dominante determine que la clonación humana sustituya a los mellizos de toda la vida algún verso suelto del PP, tal vez Cifuentes, se apuntará al despropósito. Ya lo hizo en un congreso cuando pidió que no se aludiera como soporte ideológico de su partido al humanismo cristiano, sino al de tradición occidental. De lo que se deduce que, a su juicio, emana de Atila.