Ayer, sábado 4 de febrero, el Oficio de Lecturas del Breviario, que, como saben, todo ministro del Señor tiene obligación de leer, así como los religiosos y religiosas -y es bueno que lo hagan también los laicos- porque es la Oración de toda la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, ayer, decía, meditábamos un texto de la Constitución Pastoral "Gaudium et Spes" sobre la Iglesia en el mundo actual: "Si la expresión 'autonomía de las cosas temporales' se entiende en el sentido de que la realidad creada no depende de Dios y de que el hombre puede disponer de todo sin referirlo al Creador, todo aquel que admita la existencia de Dios se dará cuenta de cuán equivocado sea este modo de pensar. La criatura, en efecto, no tiene razón de ser sin su Creador."
Este escrito va dirigido a todos aquellos que "admiten la existencia de Dios". En concreto, a los católicos. Más en concreto: a nuestros pastores, los sucesores de los Apóstoles, los señores Obispos.
(Los no creyentes pueden dejar de leer ahora mismo y ahorrarse los comentarios insultantes. Los rojos, los progres y los liberales, también. Déjenme en paz, por favor).
Esa "autonomía de las cosas temporales" ha afectado de tal modo a la política que Dios ha sido condenado al olvido, o a un alejamiento más propio del gnosticismo o del calvinismo, que de la fe católica. Ese arquitecto del universo de los masones que, como es bien sabido, sí cuentan con fuerzas espirituales diabólicas para lograr sus fines temporales. No se hagan ustedes los tontos y no me llamen loco.
Se han publicado libros muy documentados sobre los rituales satánicos a que son sometidos los altos grados de la masonería, esa sinagoga de satán que denuncia San Juan.
Yo no estoy hablando de política. No reclamo una postura política determinada por parte de la Iglesia Católica. Como decía San Josemaría Escrivá siguiendo a San Agustín: "en lo opinable, libertad".
Solo pido a los pastores que ayuden espiritualmente al pueblo catalán y a sus dirigentes políticos. A todos. Sin excepciones. Para que decidan en función del bien común y de la concordia y de la paz.
No exijo -sí: exijo- una acción política, sino espiritual.
Una Consagración de Cataluña al Sagrado Corazón de Jesús no debería incomodar a los hombres y mujeres de buena voluntad. Deberían agradecerla. Porque es cierto que existe un conflicto. Es cierto que hay división en la sociedad. Es cierto que no hay voluntad de arreglar las cosas con sentido común. Es cierto que esto puede acabar muy mal.
Y los católicos, ¿vamos a negarnos a pedir la ayuda del buen Dios? ¿No rezamos cuando enferma un ser querido? ¿No pedimos por la solución de tal o cual problema familiar? A Dios rogando y con el mazo dando.
Pero estamos usando el mazo cada vez con mayor violencia dialéctica y nos hemos olvidado de Dios.
Señores Obispos de Cataluña: saben mejor que nadie que existe un conflicto. Que su rebaño sufre. Que sus ovejas esperan escuchar la voz tranquilizadora, serena y estimulante de sus pastores. La voz de Cristo, de quien son vicarios.
Si no creen que Jesús puede ayudar -y ayudará si se lo piden- a resolver éste y cualquier otro problema, no merecen ser llamados discípulos.
Repito: no hablo de política.
Hablo de su oficio de pastores.
No me vengan con el cuento de no mezclar política y religión.
Se subvencionan mezquitas desde el poder civil y se aprueban leyes en parlamentos que van contra la fe cristiana. Predicar a San Pablo será delito muy pronto por culpa de una legislación contaminada de la nefasta "ideología de género".
Sean valientes. Pedro también era un cobarde; no se preocupen.
Fue la fuerza de Cristo la que actuó en él.
Yo no soy nadie. Un padre de familia y un abuelo preocupado por sus hijos y por sus nietos. Recen por Cataluña. Conságrenla al Señor.
Y soy un padre de familia asqueado por la desunión de los católicos españoles. Capillitas que hacen "su" pretendido bien y fastidian el bien que hacen otros; supuestos liderazgos enfrentados a otros supuestos liderazgos; tontos útiles que aparecen como Judas Iscariote en televisiones del Sistema; quisquillosos que ponen querellas a sus hermanos en la fe; hermanos en la fe que se venden al mejor postor, o al peor; sinvergüenzas que se meten en el Opus o la ACdP para medrar; sinvergüenzas que se meten en conventos para destruir las órdenes desde dentro; sinvergüenzas que montan mafias en el Vaticano; agentes dobles que van a Misa todos los días...
Triste espectáculo.
Nueva agonía para Aquel que pidió que "todos sean uno, como tu Padre en Mí, y Yo en Tí". Y que lo repitió desesperado, con lágrimas y grandes voces, porque veía venir el lamentable, vergonzoso y repugnante espectáculo de críticas, mentiras, traiciones, envidias, escándalos y crímenes que azotarían a su pobre rebaño.
No lo volveré a repetir: no es política.
Es pedir la ayuda de Dios para evitar un desastre social inminente.
Coda: Hay quienes se la cogen con papel de fumar y dicen que España ya fue consagrada al Corazón de Jesús en tiempos del borbón Alfonso XIII -trece, se lo merecía-. Y yo les digo: ¿no repetimos el Santo Rosario cada día? ¿No celebramos la Eucaristía cada Domingo? ¿No se repiten siempre los enamorados las mismas cosas? ¡Habría que consagrar Cataluña y el mundo entero cada segundo al Corazón amante del Cristo! Amén, amén, amén.