Estaba hace unos días leyendo un libro sobre la evolución del pensamiento ambiental, orientado a entender mejor los actuales problemas que afectan a nuestro planeta y el origen de nuestras actitudes ante los mismos. Naturalmente, el libro se detenía en comentar las primeras propuestas de los pensadores griegos sobre esta cuestión, pasando luego de puntillas sobre el pensamiento romano, obviando el oriental y ninguneando el cristianismo medieval, del que solo hacía referencia a Sto. Tomás de Aquino. Luego se extendía en el inicio de la llamada "modernidad" con Descartes y Bacon, Copernico y Galileo, Newton y Kepler, que nos habrían sacado de la ignorancia propia de siglos pasados, para enlazar con el pensamiento contemporáneo.
Me llamó la atención, una vez más, este enfoque de la Historia, tan enraizada en el pensamiento occidental, que considera el progreso como fruto de la modernidad, enlazando naturalmente con el glorioso pasado helénico. Entre medias, casi nada. Tampoco casi nada de otras culturas no occidentales, como si Asia, Africa o América no hubieran aportado nada relevante. Quizá algunas citas al periodo más brillante del califato cordobés o sirio, casi nunca apoyadas en datos concretos o restringida a los mismos sabios que sirven tan bien para hablar del pensamiento ambiental como de la cartografía o la física.
No soy historiador profesional, pero imagino que los especialistas en Historia medieval se frustarán al ver el escaso conocimiento que muestran los intelectuales occidentales de ese periodo. Parece que se asume por defecto que es un periodo que no aportó nada a la historia de la ciencia, la cultura o el desarrollo social. Tan sólo se limitó a recoger el legado clásico y pasarlo al Renacimiento, como si su único reconocimiento fuera haber copiado lo que otros desarrollaron previamente.
En mi modesta opinión, este olímpico desprecio a la cultura medieval puede deberse a una ignorancia sostenida o a un sesgo ideológico, que considera nefasto por definición lo que lleve el sello de civilización cristiana. No me parece que la medieval haya sido el ideal del cristianismo, pero ciertamente la presencia de valores cristianos en ese periodo, sobre todo si los comparamos con los periodos precedentes, parece suscitar la suspicacias de muchos intelectuales, sobre todo de los países que secundaron la Reforma-Ruptura protestante, que en el fondo intentó poner entre paréntesis todo el desarrollo del pensamiento teológico entre los siglos IV y XV, supuestamente para conectar mejor con la pureza del cristianismo primitivo.
Como digo no es mi labor reivindicar un periodo de diez siglos, pero me parece que bajo el epíteto de periodo oscuro en la consideración de la Edad Media se esconde una ignorancia prolongada y atrevida. En el campo que ahora me ocupa, el pensamiento ambiental, el autor del libro que estoy leyendo citaba únicamente a Sto. Tomás, ignorando -intencionadamente o no, no lo se- a San Agustín, San Benito, Sta. Hildegarda de Bingen y, todavía más grave, a San Francisco de Asis, que aporta una visión tan moderna de la naturaleza que justamente ha merecido el protagonismo en la encíclica del papa Francisco dedicada a estas cuestiones. En fin, quizá convendría que algunos analicen la historia medieval con un poco más de rigor y profundidad, alejándose de los tópicos. Diez siglos dan para muchas cosas, pese al colapso social que supuso la caída del imperio romano (¡¡el de Occidente, el de Oriente siguió activo hasta 1453, pero tampoco parece que aporte mucho!!.
Me llamó la atención, una vez más, este enfoque de la Historia, tan enraizada en el pensamiento occidental, que considera el progreso como fruto de la modernidad, enlazando naturalmente con el glorioso pasado helénico. Entre medias, casi nada. Tampoco casi nada de otras culturas no occidentales, como si Asia, Africa o América no hubieran aportado nada relevante. Quizá algunas citas al periodo más brillante del califato cordobés o sirio, casi nunca apoyadas en datos concretos o restringida a los mismos sabios que sirven tan bien para hablar del pensamiento ambiental como de la cartografía o la física.
No soy historiador profesional, pero imagino que los especialistas en Historia medieval se frustarán al ver el escaso conocimiento que muestran los intelectuales occidentales de ese periodo. Parece que se asume por defecto que es un periodo que no aportó nada a la historia de la ciencia, la cultura o el desarrollo social. Tan sólo se limitó a recoger el legado clásico y pasarlo al Renacimiento, como si su único reconocimiento fuera haber copiado lo que otros desarrollaron previamente.
En mi modesta opinión, este olímpico desprecio a la cultura medieval puede deberse a una ignorancia sostenida o a un sesgo ideológico, que considera nefasto por definición lo que lleve el sello de civilización cristiana. No me parece que la medieval haya sido el ideal del cristianismo, pero ciertamente la presencia de valores cristianos en ese periodo, sobre todo si los comparamos con los periodos precedentes, parece suscitar la suspicacias de muchos intelectuales, sobre todo de los países que secundaron la Reforma-Ruptura protestante, que en el fondo intentó poner entre paréntesis todo el desarrollo del pensamiento teológico entre los siglos IV y XV, supuestamente para conectar mejor con la pureza del cristianismo primitivo.
Como digo no es mi labor reivindicar un periodo de diez siglos, pero me parece que bajo el epíteto de periodo oscuro en la consideración de la Edad Media se esconde una ignorancia prolongada y atrevida. En el campo que ahora me ocupa, el pensamiento ambiental, el autor del libro que estoy leyendo citaba únicamente a Sto. Tomás, ignorando -intencionadamente o no, no lo se- a San Agustín, San Benito, Sta. Hildegarda de Bingen y, todavía más grave, a San Francisco de Asis, que aporta una visión tan moderna de la naturaleza que justamente ha merecido el protagonismo en la encíclica del papa Francisco dedicada a estas cuestiones. En fin, quizá convendría que algunos analicen la historia medieval con un poco más de rigor y profundidad, alejándose de los tópicos. Diez siglos dan para muchas cosas, pese al colapso social que supuso la caída del imperio romano (¡¡el de Occidente, el de Oriente siguió activo hasta 1453, pero tampoco parece que aporte mucho!!.