En la localidad de Cubas de la Sagra (Madrid), existía desde el siglo XV un lugar de culto que tuvo su origen en las apariciones de la Virgen Santísima a Inés Martínez Sánchez (1449). La historia de estas apariciones es una de las más documentadas de la Edad Media española, con abundantes testimonios y juramentos de las autoridades. La imagen de Santa María de la Cruz, es de nueva factura, pues que fue profanada y destruida en los días de la persecución religiosa. Solo se conserva una mano quemada que se encontró en la excavación efectuada en 1991, mientras se buscaban las reliquias de la Santa Juana (cuerpo que fue doblemente profanado, durante la francesada y en 1936).
Muchos desconocíamos esta historia; para ello os enlazo con este artículo de Pablo J. Ginés:
http://www.religionenlibertad.com/las-documentadisimas-apariciones-de-cubas-en-espana-recuperadas-por-el-proceso-41601.htm
Pocos años después de estos sucesos, en 1464, un grupo de mujeres de la comarca comenzó una vida comunitaria siguiendo la Regla de la Tercera Orden de San Francisco, a modo de los beaterios franciscanos.
El monasterio, que se alza en el mismo lugar en que la Virgen clavó una cruz de madera, fue mandado construir por el cardenal Cisneros, y por allí han peregrinado reyes y nobles españoles durante muchos años. En el año 1496 se incorpora al beaterio una mujer excepcional llamada Juana Vázquez Gutiérrez, cuya vida glosó Tirso de Molina en su obra Santa Juana. Bajo estas líneas, pintura de Gilberto Fernández.
Para conocer a la venerable sor Juana de la Cruz podéis leer este otro artículo del sacerdote Alberto Royo:
http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1005150756-fue-monja-parroco-y-predicado
De las 296 religiosas sacrificadas en los días de la persecución religiosa, ocho de ellas eran terciarias franciscanas del Convento de Santa Juana de Cubas de la Sagra. Después del Concilio Vaticano (1974), las religiosas de Cubas se unen a la Federación del Sagrado Corazón de Hermanas Pobres de Santa Clara (clarisas) de la Provincia de Santiago, que había nacido a su vez en 1954.
Las 8 Hermanas Terciarias Franciscanas mártires del Convento de Santa María de la Cruz y la Santa Juana de Cubas (Madrid)
La historia de los casi 500 años de vida religiosa está marcada por las huestes de Napoleón que expoliaron y destrozaron el convento allí edificado; por la desamortización de Mendizábal que lo arruinó y, finalmente, por la Guerra Civil española que no dejó de él piedra sobre piedra.
«Desde que estalló la República poca paz pudimos tener… Pero el día 18 de julio de 1936, que estalló la guerra, ya no pudimos estar tranquilas; día y noche pasábamos en las vistas (ventanas altas con celosías que desde los pisos superiores les permitían observar los alrededores del Convento), alternándonos, viendo cómo pasaban los coches por la carretera de Madrid a Toledo y si alguien se acercaba al Convento».
En Cubas, las hermanas tenían un protector en don Luis Cassy, el alcalde que restableció como fiesta local, en 1921, el 9 de marzo en honor a Santa María de la Cruz.
En Cubas tenía un chalet el político republicano, cristiano, Ossorio y Gallardo (bajo estas líneas, en el centro, con sombrero), a quien la cronista considera su bienhechor. De parte de don Ángel Ossorio, don Luis Cassy propuso a las monjas ir a un cuartel a cuidar a los milicianos.
«Las monjas todas dijimos que no a la Madre, llenas de miedo… ¿quién nos podía asegurar que nos iban a respetar?
Una noche se presentaron don Paco Aguilar y don Emiliano, de Casarrubuelos. Al oír nosotros los coches, desde las vistas, nos asustamos mucho, pues creíamos que venían a sacar al Padre Vicario, y luego por nosotras. Llamaron a los demandaderos y dijeron: -Díganles a las monjas que no se asusten, que estén tranquilas. Que no pasa nada, que hemos venido a ver qué pasaba por aquí.
Pocos días después vino el Comité de Cubas y precintó las puertas del Convento. En aquellos días vinieron las monjas de Griñón, expulsadas de su Convento, donde hubieron de dejar a una hermana que estaba agonizando, porque habían oído decir que las Monjas de Santa Juana no serían expulsadas. Nosotras no sabíamos nada de tal noticia, ni quién habría podido dar esa orden. Supusimos que sería don Ángel Ossorio, que en aquel momento nadie tenía autoridad para dar esa orden».