Puesto que el dinero fácil ha sustituido a la lucha de clases en el ideario moscovita, Rusia tiene más parecido hoy con la Cuba de Batista que con la de Fidel. Es más un garito que una revolución. Por eso no se entiende que la izquierda radical española crea aún que Putin es de los suyos y en consecuencia que Ucrania es de los nuestros. Lo que explica que la peña Bukaneros haya impedido el fichaje por el Rayo de Zozulya, un delantero del Este que, en opinión de estos aficionados, es un nazi camuflado, como prueba que aparezca en una fotografía con soldados de su país que combaten la invasión rusa. Queda claro que nazi, en su idioma, es quien se pone chulo cuando la izquierda le ataca y quien se alinea con su patria cuando Rusia la invade.
Puede que Zozulya no sea un nueve puro, es decir, un demócrata convencido, pero lo que tiene que juzgar la grada no son sus ideas, sino sus regates. Imaginen que los sastres catalanes de ropa XXL hubieran bloqueado el fichaje de Messi porque la talla sólo la da en el campo. Pues más o menos es lo que ha ocurrido en Vallecas, donde a partir de ahora lo que importa no es que es el extremo tenga un guante en el pie izquierdo, sino que cerque el Congreso cuando Podemos lo ordene. Lo que está por ver si se tiene en cuenta que los futbolistas son como los toreros, rojos en su época de maletillas y de derechas en cuanto empalman tres naturales en Las Ventas. Con lo que gana el doble pivote del Rayo comería un año entero la mitad de barrio, de modo que los intransigentes, ya que han acabado con los delanteros nazis, tendrán que plantearse acabar también con los carrileros fachas.
Desde luego, si se empeñaran en que sólo jueguen quienes cobran el salario base, lo conseguirían. Tras el éxito de Bukaneros subyace el escaso coraje de la afición silenciosa que habría preferido ver a Zozulya en el equipo. Tiene su lógica: el miedo es la fe del esclavo. Le ayuda a sobrevivir en tiempos inciertos. El esclavo sabe que el miedo es su escudo protector, su factor 50, su chaleco antibalas. Al que se acostumbra a vivir con miedo lo que asusta es su ausencia. El hombre con miedo sabe que no debe salir de noche ni hablar bien de Ucrania. El hombre sin miedo es capaz de sacar cien euros del cajero de madrugada y de cuestionar la anexión de Crimea ante los intolerantes, a quienes, por cierto, no les vendría mal aprender un poco de historia. Si debato sobre higiene lo primero que le digo a mi oponente es que se duche. Si debato sobre libertad, no acepto Stalin como paradigma. Si ellos otorgan ese estatus al comunismo es porque no entienden que la momia de Lenin es la versión soviética del Valle de los Caídos.