A primera hora de esta mañana leía el último (bueno, es un decir) de los artículos que ha generado como cascada la última película de Scorsese.

Se titula Un poco más de «Silencio» y lo ha escrito el científico Alfonso V. Carrascosa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Leedlo porque él pone el punto y final sobre el tema. Por lo menos, claro está, para mí: qué empeño en las interpretaciones cuando las autoridades nos dicen cómo fueron los hechos.
 

Antes agradezco al portal que acoge este blog, mi querida página de ReligionenLibertad. ¡Cuántas historias de mártires se pueden leer en los más de mil artículos publicados en estos años! Pero, sobre todo, cuánta libertad para unas y otras posiciones… eso, ¡en libertad!

El artículo citado aquí podéis leerlo…
http://www.religionenlibertad.com/poco-mas-silencio-54685.htm
 
El padre Diego Pacheco López de Morla y su libro

Así se llama el autor que cita Carrascosa y que viene a traer, como digo, luz definitiva sobre la desafortunada trama de la película de Scorsese. Lo bueno, para trasparencia del tema, es que el padre Pacheco escribe sus críticas al libro de cabecera del cineasta y no a la película. El título de la obra, escrita en 1967, lleva por título El sacerdote caído, en las obras de Endo Shusaku.
 

La solución pues nos la trae un sevillano de pro, que fue director del Museo de los Mártires de Nagasaki durante más de cuarenta años. Un jesuita que entregó su vida durante el siglo XX en la Colina de los Mártires de Nagasaki. Trabajó en la causa de beatificación de los 188 mártires del Japón, beatificados en 2008, durante el pontificado de Benedicto XVI, y murió una semana antes de dicha celebración.

Es otro sevillano Julio Domínguez Arjona quien narra en su web La Sevilla que no vemos la necrológica de nuestro protagonista:

El 17 de octubre de 1922 nace en Sevilla Diego Pacheco López de Morla. A los 17 años ingresó en la Compañía de Jesús. Desde el comienzo de su vida como jesuita pidió ser enviado como misionero a Japón, cosa que logró nueve años después. Allí vivió 60 años, con el lapsus de tiempo que vivió en Bogotá ayudando a la comunidad de inmigrantes japoneses.

En 1954 fue ordenado sacerdote. En 1962 fue nombrado director del recién inaugurado Museo de los Veintiséis Mártires de Nagasaki, institución que dirigió hasta el 2004, siendo la máxima autoridad del “Siglo cristiano en Japón” .En 1978 obtuvo la nacionalidad japonesa después de treinta años trabajando en el país nipón.

Escribió varios libros en japonés sobre la historia del cristianismo en el país asiático, acerca de San Francisco Javier y contribuyó al proceso de beatificación de 188 mártires japoneses asesinados en la primera mitad del siglo XVII, ceremonia de beatificación que se celebró el 24 de noviembre de 2008 en la ciudad de Nagasaki.

El padre Diego Pacheco López de Morla, falleció el 17 de noviembre de 2008 a los 86 años de edad en la Colina de los Mártires, en la ciudad de Nagasaki (Japón). El padre Pacheco había tomado el nombre de Ryogo Yuki, en reconocimiento a uno de los mencionados 188 mártires que fueron beatificados.
 
Beato Carlos Spinola y Compañeros
Hoy 4 de febrero, el misal propio de la Compañía de Jesús celebra al beato Francisco Pacheco, Carlos Spinola y 31 compañeros mártires en el Japón, todos ellos sufrieron el martirio entre 16171632. Fueron beatificados por el beato Pío IX en 1867. Bajos estas líneas, pintura del beato Carlos Spinola obra de Adolphe Tassin, en la iglesia de San Luis de Lieja (Bélgica).
 

Carlos Spinola (15641622) decidió hacerse misionero seducido por el ejemplo de Rodolfo Acquaviva, el jesuita martirizado en la India, pero le costó muchos años y un viaje increíblemente complicado poder llegar al Japón donde llegaría a ser mártir también él. Junto a él se encontraba el P. Sebastián Kimura, primer jesuita japonés ordenado sacerdote y siete varones japoneses, casi todos catequistas, que entraron en la Compañía de Jesús e hicieron los votos en la cárcel poco antes de ser asesinados.

El año 1584 Spinola entró en la Compañía y estudió filosofía en Nápoles. Su frágil salud le obligó a terminar la filosofía en Milán, donde fue ordenado. Aunque él había solicitado ir a misiones, recibió el destino de permanecer en Italia dando misiones en las parroquias. Dos años tras su ordenación sin embargo el P. Spinola recibió la misión de ir al Japón, pero necesitó seis años, ocho barcos y enorme paciencia para llegar hasta Nagasaki, en Japón, y superar naufragios, piratas y obstáculos de todo tipo.

El primer barco al que subió en Génova chocó con una roca y tuvo que volver a puerto. Una vez arribado a Barcelona, y tras haber cruzado a pie toda España, partió de Lisboa en una nave cuyo timón había quedado dañado tras una tempestad cerca de Brasil; el barco, navegando a la deriva, volvió a su punto de partida. En un segundo intento unos piratas ingleses capturaron la nave en que iban y la condujeron a Inglaterra. Cuando volvieron a Lisboa hacía dos años que estaban en camino. Finalmente en marzo de 1599 el futuro misionero partía por tercera vez para llegar a Malaca en julio de 1600.

Al llegar a Japón en julio de 1602 Spinola se puso a aprender japonés, para después pasar a la capital Miyako (hoy Kyoto) donde sería ministro en el colegio de los jesuitas además de profesor de matemáticas y astronomía. Siete años más tarde se trasladó a Nagasaki para hacerse cargo de las necesidades temporales de la provincia. El largo período de relaciones pacíficas con el Shogun Iyeyasu acabó en el momento en 1614, cuando el cristianismo fue declarado ilegal al llegar a contar con dos millones de miembros en Japón. Los no cristianos de fuerte liderazgo consideraron que este nivel de crecimiento suponía una amenaza nacional, y convencieron al Shogun de que los misioneros estaban preparando el país para una invasión por parte de España. Los comerciantes holandeses e ingleses, que deseaban librarse de la competencia española, alentaron tal razonamiento.

El decreto del Shogun desterraba a todos los jesuitas extranjeros y prohibía a los cristianos japoneses que dieran asilo a sacerdotes y que practicaran su religión. Dejaron el Japón unos 100 jesuitas, pero algunos se quedaron, entre ellos Spinola, que durante cuatro años logró esquivar a los caza-sacerdotes. Sus rasgos europeos no los podía disimular, y eso le hacía salir sólo cuando oscurecía. Pero finalmente en la noche del 13 de diciembre de 1618 le capturaron junto con el hermano Ambrosio Fernandes y su catequista Juan Chogoku. Soportaron una prisión de cuatro años en un recinto hecho de estacas, parecido a una jaula para pájaros, que no ofrecía ninguna protección contra los elementos.
 

Sebastian Kimura (15651622) nacido de padres cristianos en Hirado, allí mismo entró en contacto con los jesuitas. Estudió en el seminario de Arima y en 1582 entró en la Compañía. Trabajó como catequista en Miyako antes de estudiar teología en Macao y fue ordenado en Nagasaki en septiembre de 1601.

Era un predicador muy elocuente y llegó a ser muy hábil en adaptar disfraces tras la expulsión de los jesuitas. Podía presentarse como soldado, mercader, collie o médico. Esto le daba gran libertad para visitar a los cristianos y administrar los sacramentos. La policía, consciente de sus actividades, deseaba su captura, de modo que su provincial le ordenó dejar Nagasaki hasta que desapareciera la amenaza. Pero antes de que pudiera obedecer le arrestaron el día 30 de junio de 1621, junto con su catequista Tomás Akahoshi, y un ayudante de la residencia de los jesuitas, Luis Kawara. Los tres fueron llevados a la prisión de Suzuta, junto con Spinola y los demás cristianos. El hermano Fernandes murió a los 13 meses de estar preso, pero Spinola logró tener todo lo necesario para decir Misa y celebraba a diario. Incluso puso en marcha un noviciado con siete catequistas detenidos que manifestaron deseos de ser jesuitas.

Pero cuando en septiembre de 1622 se enteró de que les iban a llevar a Nagasaki, imaginó que eso significaba su ejecución, y aceptó los votos de sus siete novicios. Vestidos con sotanas metidas de contrabando en la prisión, fueron conducidos hasta la Colina de los Mártires en las afueras de Nagasaki, donde les ataron a estacas para darles muerte a “fuego lento”. Debilitado por cuatro años de prisión Spinola murió media hora después de que el fuego comenzara a arder. Al ser atado a la estaca entonó el salmo “Alabad al Señor todas las naciones” animando a los demás mártires a unirse en un canto de acción de gracias a Dios por haberles elegido para dar testimonio de su fe.