Pero para que las palabras de Cristo no pasen, para que produzcan sus frutos, hace falta escucharlas y para eso hay que saber hacer callar a otras voces. A veces éstas proceden de nuestros egoísmos e instintos. En otras ocasiones son voces que están fuera de nosotros y que pugnan por desbancar a Dios del primer lugar de nuestro corazón para ocuparlo ellas y los que las pronuncian. Conviene, pues, examinar nuestra conciencia para descubrir si son las palabras de Cristo, su mensaje transmitido a través de la Iglesia, el que guía nuestra vida o si son otros -los famosos, los políticos, los periodistas- los que han ocupado su lugar. Aunque estas “palabras de hombres” se presenten ante nuestra inteligencia y ante nuestros intereses de una manera seductora, atractiva, no debemos olvidar que lo mismo ha sucedido ya en otras ocasiones en el pasado, con trágicas consecuencias para las personas y los pueblos que las escucharon, como el nazismo o el marxismo. Sólo las palabras de Cristo, la “palabra de Dios” produce vida. Sólo ella nos dice la verdad, incluso aquella parte de la verdad que nos escuece, que desnuda ante nuestros ojos nuestros pecados, esos que querríamos que permanecieran ocultos.
Si esto lo aplicamos al tiempo presente, podemos ver con claridad lo ridícula que es la pretensión de políticos como Bono y otros de poder seguir a Cristo al margen de la Iglesia. Es una opinión trasnochada, reflejo de aquella frase "Cristo sí, Iglesia no" que tanto éxito tuvo en los años ochenta. Pero ahora ya no estamos en esa época. Hoy hemos aprendido que para estar con Cristo tenemos que estar con la Iglesia y en la Iglesia, con Pedro y bajo Pedro. Si no fuera por la Iglesia, los políticos de todas las épocas no habrían tenido ningún problema con el cristianismo, porque habrían manipulado el mensaje para acomodarlo a sus intereses. Es la Iglesia la que ha mantenido vivo, actual, íntegro ese mensaje. Las palabras de Cristo pueden seguir haciendo su función iluminadora y purificadora precisamente porque existe la Iglesia que Él fundó, que las transmitido a pesar de todos los "Bonos" de cualquier momento de la historia. 
Hagamos, por lo tanto, un esfuerzo por acoger la palabra del Señor íntegramente, sin permitir que nadie la censure en nuestro corazón o fuera de nosotros. Y, después, intentemos con la mayor seriedad posible llevarla a la práctica.